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Actualizado: 13 de junio de 2025


No qué será: misterio decía el viejo cirujano con aire de duda . O estos chicos tienen carne de perro, o el cuerno, con todas sus suciedades, guarda una virtud curativa que desconocemos. Poco tiempo después, Gallardo volvió a torear, sin que esta cogida enfriase sus ardores de lidiador, como le vaticinaban los enemigos.

Y Ana estaba mejor cuando tenía a Sol cogida de la mano, en cuyas horas Lucía, sentada cerca de ellas, era buena. Dormía Ana en aquellos momentos, cuando en el patio hablaban Lucía y Sol.

Atravesadas éstas, se estaba en el patio, pero, para llegar á la escalera era preciso pasar por delante de las habitaciones de la señorita Guichard y de Bobart. ¡Cuántas probabilidades de ser cogida antes de llegar al piso bajo! Y aquel era, sin embargo, el único paso practicable. El almuerzo llegó cuando Herminia se entregaba á estas combinaciones y proyectos.

Cierto día se difundió por la Fábrica siniestro rumor: Rita de la Riberilla, una operaria, había sido cogida con tabaco. ¡Con tabaco! ¡Jesús, si parecía una santa aquella mujer chiquita, flaca, con los ojos ribeteados de llorar, que solía atarse a la cara un pañuelo negro a causa, quizá, del dolor de muelas!

Viéndose cogida, Benina vacilé un instante; mas no era mujer que se arredraba ante ningún peligro, y su maestría para el embuste le sugirió pronto el hábil quite: «Pues, señora, dejé la cesta, con lo que traje, en casa de la señorita Obdulia, que lo necesita más que nosotras. Has hecho bien. Te alabo la idea, Nina. Cuéntame más. ¿Y un buen solomillo, no pusiste? ¡Anda, anda!

La afición tiene los ojos puestos en ti. ¿Qué tal van esas fuerzas? Gallardo no desconfiaba de su vigor. Los meses de permanencia en el campo le habían robustecido. Estaba ahora tan fuerte como antes de la cogida. Lo único que le hacía recordar este accidente, cuando cazaba en el cortijo, era cierta debilidad en la pierna herida. Pero esto sólo lo notaba después de largas marchas.

La cogida atroz en la plaza de Sevilla cortó, con la rudeza del dolor físico, su despecho amoroso. La enfermedad y luego su tierna aproximación a Carmen durante la convalecencia le habían hecho resignarse con su desgracia. ¿Pero olvidar?... Eso nunca.

Estocada al toro invisible. ¡Hasta el mismo puño!... Y sonreía satisfecho pensando en la decepción que iban a sufrir sus enemigos, los cuales profetizaban su inmediata decadencia siempre que sufría una cogida. Le faltaba el tiempo para verse en el redondel.

En una ocasión acaeció que murió el guarda del olivar á tiempo de la cogida, lo que apuró tanto más al capataz, cuanto que era á la sazón más necesario y más difícil hallar quien le reemplazara. El nuevo guarda era un hombre, que, sin ser mal parecido, repelía.

Advirtió un estremecimiento en la mano que tenía cogida y se detuvo. Rosa no dijo una palabra.

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