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No queréis creerme prosiguió la señora de Bruinsteen . Si llegáis a probarme que he dejado sospechar ese secreto por una sola palabra, os doy la mitad de mi fortuna... ¿Os reís? ¿No os parece bastante? Si me convencéis de esa estupidez tan cobarde, os doy el derecho ante Dios y ante los hombres de vengaros de , aunque sea matándome.

4 Y también, ¿qué tengo yo con vosotras, Tiro y Sidón, y todos los términos de Palestina? ¿Queréis vengaros de ? Y si de os vengáis, bien pronto haré yo recaer la paga sobre vuestra cabeza. 5 Porque habéis llevado mi plata y mi oro, y mis cosas preciosas y hermosas metisteis en vuestros templos;

Sin embargo, veía delante de á doña Ana, pálida, llorosa, aterrada. El duque necesitaba decirla algo. Vaciló algún tiempo, y al fin la dijo: No soy el rey, pero soy sobre poco más ó menos lo mismo que el rey; ¿queréis servirme? dijo doña Ana ; vuestra soy en cuerpo y en alma si me salváis y me vengáis. ¡Vengaros! ¿y de quién? Del duque de Uceda.

Pero ¿qué tentaciones han sido esas? Primero, irme en derechura al cuarto de su majestad. ¡Cómo! Decirle sin rodeos que estoy enamorada del príncipe. ¡Doña Catalina! Que valgo infinitamente más que otra cualquiera para querida de su alteza. ¿Y seríais capaz?... ¿De vengarme?... ya lo creo. ¿De vengaros deshonrándoos?

Entrará, , pero Dios le asista á la salida... ¿Y si no sale? Esperaremos á otro día para vengaros á vos, para vengar á don Rodrigo. Si veo entrar en el aposento de doña Clara esta noche á ese caballero, contad conmigo. Le veréis, os lo aseguro... pero es necesario que me sigáis. Al fin del mundo os seguiré. Pues venid. Juradme que esto no es un lazo que me tendéis. ¿No os tengo aquí sola?

Figurósele que la litera eran andas donde debía de ir algún mal ferido o muerto caballero, cuya venganza a él solo estaba reservada; y, sin hacer otro discurso, enristró su lanzón, púsose bien en la silla, y con gentil brío y continente se puso en la mitad del camino por donde los encamisados forzosamente habían de pasar, y cuando los vio cerca alzó la voz y dijo: -Deteneos, caballeros, o quienquiera que seáis, y dadme cuenta de quién sois, de dónde venís, adónde vais, qué es lo que en aquellas andas lleváis; que, según las muestras, o vosotros habéis fecho, o vos han fecho, algún desaguisado, y conviene y es menester que yo lo sepa, o bien para castigaros del mal que fecistes, o bien para vengaros del tuerto que vos ficieron.

¡Pero no os ha robado! dijo el cocinero mayor, que tenía el amor propio de creer que era la suya la desgracia mayor que podía acontecer á un mortal. ¿Que no me ha robado? gritó Dorotea clavando en Montiño una mirada resplandeciente de fiereza, que hizo temblar al cocinero mayor , ¿que no me ha robado? ¿y mi alma? ¿y mi corazón? Os queda á lo menos dinero para vengaros.

A esta salida de la condesa, la camarera mayor no pudo contener un marcado movimiento de disgusto; reprimióse, sin embargo, y dijo procurando dar á su voz un acento conveniente: Vamos, se conoce que la insolencia de don Rodrigo os ha llegado al alma, porque estáis terrible, amiga mía; nada perdonáis, ni aun á vuestro padre, y voy convenciéndome de que por vengaros de ese hombre, seréis capaz de todo.

¿Y no os ha dicho vuestra mujer que haya estado nadie más? No por cierto. Señor Francisco, los hombres viejos no debían casarse... sobre todo con mujeres jóvenes y bonitas. Señora María exclamó todo bilis y enojo Montiño: sois una bribona... Bien, muy bien; ahora los insultos. ¿Queréis vengaros de porque os he echado á perder un buen negocio?...

Tomad, doña Catalina dijo la camarera mayor ; será necesario que os encarguéis vos misma de llevar esta carta á vuestro padre. ¡Yo... misma...! contestó con altivez la de Lemos. Menos arriesgado es esto que lo que queríais hacer por vengaros de don Rodrigo. Pero tengo mis razones... no quiero mezclarme para nada en estos negocios directamente... Pero hay un medio.