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»Mi querido hermano, no quiero reprocharte el que no hayas sabido conservar tu fortuna: lejos de el pensamiento de mezclarme en cosas que no me importan; pero, en el punto en que estamos, me permitiréis os diga que vuestra propiedad está gravada de deudas y que vuestras hijas, fuera de un ajuar que, quiero creerlo, será rico, no podrán contar con un centavo de dote.

Cumplido mi servicio, pulido mi espíritu hasta donde me había sido dado lograrlo y ansiando mezclarme al mundo de Buenos Aires, que hervía a mi alrededor y me atraía como atrae siempre lo desconocido, pedí mi baja y me separé del ; como quien dice, dejé mi casa, y en ella todos los halagos de mi juventud, todas mis afecciones de la vida.

Veo, Ricardo, por lo que me cuenta, que Robledo lo dirige todo y usted es á modo de un empleado suyo... No debía mezclarme en sus asuntos, pero todo lo que se refiere á usted ¡me inspira tanto interés!... Yo no digo que el español cometa indelicadezas al repartir las ganancias del negocio; eso no. Robledo es hombre correcto, pero abusa un poco de la condición de tener más años.

Tomad, doña Catalina dijo la camarera mayor ; será necesario que os encarguéis vos misma de llevar esta carta á vuestro padre. ¡Yo... misma...! contestó con altivez la de Lemos. Menos arriesgado es esto que lo que queríais hacer por vengaros de don Rodrigo. Pero tengo mis razones... no quiero mezclarme para nada en estos negocios directamente... Pero hay un medio.

¡Déjese de macanas, ché!... ¿Por qué voy á mezclarme en esos entreveros de las gentes del campamento, cuando todos son amigos míos? Además, ya estoy viejo para meterme en tales cosas y no quiero hacer un papelón. Insistió Moreno, y durante algunos minutos discutieron los dos hombres. Al fin don Carlos pareció ablandarse seducido por el misterio que creía entrever en este duelo inesperado.

¿Usted cree que yo voy á mezclarme en sus disparates y á parecer tan falto de juicio como usted ó como el otro?... Y siguió hablando contra la absurda petición de Pirovani, pero éste movía la cabeza con tenacidad haciendo signos negativos. Estaba resuelto á todo después de haber oído á Elena.

¿Pues qué mejor seguridad queréis? haced el negocio, y dejadme en paz á ; no quiero mezclarme en él, y siento mucho que me hayáis dicho tanto, porque cuando se trata de enredos lo mejor es no saberlos. Pero venid acá; ¿no veis que nosotros solos no podemos hacer ese negocio?

Tal vez no tenga derecho de mezclarme de este modo en sus asuntos más íntimos, pero confío que usted me perdonará cuando reflexione que si me atrevo a hacerlo, es por ella, por esa pobre niña. ¡Y bien! exclamé, algo sorprendido de su inesperado cambio.

Ya fuera de la iglesia, salió D. Fadrique al campo; D. Carlos fué en pos de él; y cuando se hallaron en sitio solitario, donde nadie podía oirlos ni interrumpir la conversación, D. Fadrique se explicó en estos términos: Vuelvo á pedir á V. perdón de mi atrevimiento en obligarle á abandonar la iglesia, y más aún en mezclarme en asuntos de V. sin título bastante para ello.

Anda, al pescante le dijo . ¿Es que no tienes sangre en las venas, sacristán de los demonios? le preguntó. Yo soy pacífico y no me gusta mezclarme en estas cosas ni hacer daño a nadie contestó refunfuñando. ¿No serás una monja disfrazada? No, soy un hombre. ¿No te habrás equivocado? No, soy un hombre, un pobre hombre, si le parece a usted mejor.