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Ahora pudo ver bien á sus tripulantes: cuatro jóvenes rubias, esbeltas y de aire amuchachado. Gillespie hasta les encontró cierta semejanza con miss Margaret Haynes cuando jugaba al tennis. Estas amazonas del espacio le saludaron con palabras ininteligibles, enviándole besos.

Jugando el tennis, Bertrán, en un match con el campeón invencible Roberto Milk, se dejaba batir vergonzosamente por la Inglaterra, ante los ojos atentos de su amigo d'Ornay, experto jugador, quien, furioso, le dirigía vivas recriminaciones. María Teresa, Diana, Mabel d'Ornay, Alicia y Juana de Blandieres, conversaban en la terraza, reclinadas en rocking-chairs.

Aquel día, al acabar de comer, Raúl pidió bruscamente a su madre el favor de una entrevista particular, decidido a quemar sus naves. Blanca, que contaba con él para una partida monstruo de tennis organizada con una colonia americana compuesta de jugadores de mérito, hizo una linda mueca de despecho. Otra vez me das esquinazo... Tu «amabilidad» empieza a pesarte.

De todos modos cierto es, porque hay personas que lo certifican, entre ellas mademoiselle Amelie, el aya de Clara, que un día porque le ganó dos partidas de tennis ella le llamó antipático, le dijo que no le quería y se fue muy desabrida y que él entonces desahogó su pecho en el de la citada mademoiselle y lloró a hilo como un buey.

Bueno, no hablemos más concluyó Diana; no quiero arrancar de tu corazón recuerdos tan tenaces, pero podríamos distraernos paseando, ¿qué te parece? Hoy se verifica un match interesante en el Tennis-Club, ¿vamos? María Teresa se dejó convencer; se divertía siempre en las partidas de tennis que se organizaban todas las tardes en su casa, en el Club, o en las villas vecinas.

»Ahora, bien, en pocas horas supe que Gilberta M... era una coqueta empedernida, muy experta en audaces amoríos... Se citaba el número de sus adoradores, casi igual al de sus trajes... Se me dijo que aquella joven tan perfecta, era tan desagradable en el interior de su casa, como encantadora fuera... Supe que era incapaz de coger una aguja, pero que, en cambio, sobresalía en el piano, en el tennis y en el croquet, que nadie montaba en bicicleta como ella y que no tenía rival en la gabota...

Desconcertaban un poco a los mozos del buffet dedicándose con demasiada conciencia al servicio del lunch ofrecido ese día por su madre, excitando a comer y a beber a los jóvenes que acudían a su invitación. ¿Sería para estimular las fuerzas que aquella juventud emplearía luego en el tennis o en el flirt?

Una semana después, al bajar por la mañana al parque del hotel, vió á Margaret jugando al tennis con un gentleman de pantalón blanco, brazos arremangados y camisa de cuello abierto: el ingeniero Gillespie. Miss Haynes, que había hecho el viaje malhumorada y nerviosa, sonreía ahora como si viese revolotear escuadrillas de ángeles por encima de los naranjos californianos.

¡Al fin ha venido usted! murmuró, cuando estuvo al lado de María Teresa. Creía que no venía ya, y me aburría espantosamente. ¿Qué? dijo ella con sonrisa incrédula. ¿Usted se aburría tanto? ¿Y el tennis? ¿Me esperaba usted para jugar? No. Pero yo vengo aquí atraído por otra cosa que por el tennis, usted lo sabe bien. ¡Ah, goloso! ¡atraído por el lunch, entonces! Tampoco, querida señorita...

Ruidosamente, el juego del tennis fue abandonado, con gritos de triunfo, disputas, felicitaciones o imprecaciones. Las frases se entrecruzaban: ¡Hemos ganado tres partidas! ¡D'Ornay juega muy mal! ¡Pierdo siempre que voy con él! Por fin, restablecida la calma, se pusieron en camino. ¡Y bien, señorita! ha llegado la hora de la despedida... ¿Dónde está el hermoso automóvil de su amigo?