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Tornó a rascarse la perilla, suspenso y meditabundo, como el que persigue la solución de un problema muy intrincado. Sus agudísimas facultades intelectuales estaban todas en ejercicio. Pero no daba con el cabo de la madeja. Al caso insistió el gobernador . De lo que se trata es de que no nos derroten vergonzosamente. El candidato es primo del ministro; hemos respondido de la elección.

Esto equivaldría á despojarnos vergonzosamente de la soberanía de la isla ó á conservar en ella una soberanía desmedrada y dependiente de la gran República, á cuya fiscalización constante estaríamos sometidos, y á quien acudiría siempre en queja cualquier cubano díscolo que se creyese lastimado ó que supusiese que no se le cumplía lo prometido.

De pronto, vio plantadas ante él, mascullando palabras ininteligibles y extendiendo vergonzosamente las manos, dos niñas entecas, dos cabezas con el pelo revuelto y erizado como espantables Medusas, mostrando las piernas enflaquecidas y desnudas por debajo de los guiñapos que las servían de faldas. Una profunda conmiseración invadió el ánimo de Juanito. Aquéllas eran aún más desgraciadas que él.

La hora de retirarse llegó; rompí el pan en dos pedazos que hice desaparecer vergonzosamente en los bolsillos de mi paletot. Querido Máximo continuó la niña, hasta muy luego, ¿no es verdad? me dirás si has encontrado algún pobre, si le has dado mi pan y si lo ha hallado bueno.

Gobernador, alcaldes, concejales, inspectores y guindillas, tuvieron que huir vergonzosamente ante las amazonas del Manzanares. Apaleaban a los agentes, herían a los guardias, silbaban a los clérigos, ordenaban cierre de tiendas, y recorrían la capital en son de guerra, gritando: «¡Muera el alcalde! ¡Abajo los ladronesEn la calle de Atocha sufrieron una carga de caballería.

Y todo eso con sólo agarrar la campanilla y hacer «tilín-tín». Yo no soy un bárbaro: comprendo la repugnancia de un caballejo en asesinar a un semejante suyo; la sangre ensucia vergonzosamente los puños de la camisa, y siempre es repulsiva la agonía de un cuerpo humano.

»Buscamos un refugio en Inglaterra; habiendo llegado sin recomendación alguna, no teníamos conocimiento en el país, y carecíamos de recursos; nuestros bienes confiscados nos privaban de toda esperanza; juzguen ustedes, pues, de mi situación, cuando nos pidieron el precio de nuestro alojamiento, que las pocas alhajas que me quedaban no bastaban para pagar... Ibamos a ser despedidos vergonzosamente; estábamos próximos a encontrarnos sin pan, sin asilo... cuando llegó para el conde de Pópoli un paquete de Londres y una letra, por la cual un antiguo deudor del duque de Arcos enviaba a la sobrina de éste diez mil libras esterlinas que le debía hacía mucho tiempo.

Treinta años aterrando al mundo con el estrépito de su sable y sus bigotes fanfarrones; treinta años de titularse «señor de la guerra», haciendo temblar á los pueblos con su ceño, sus actitudes heroicas y sus frases teatrales; treinta años de preparar millones de hombres para el matadero, obligando á los pueblos á vivir armados en plena paz, y cuando apunta la desgracia para él, cuando considera su existencia en peligro, huye vergonzosamente al extranjero, abandonando á los suyos, lo mismo que un comerciante que hace quiebra fraudulenta.

A los veinte años quiso hacer con algunos amigos un negocio magnífico: un trabajo de cerrajería que debía proporcionar una fortuna a cada uno de los asociados. A pesar de su celo y de su habilidad, fracasaron vergonzosamente, y después hubo de remar diez años sin poderse levantar de su caída. Desde entonces todos le llamaban Poca Suerte.

He encontrado al oficial mayor en la calle; ¡qué casualidad! y me ha sorprendido, hija, porque no imaginaba yo que esto sucedería: asómbrate, ¡el ministro Ensene ha renunciado! ¿De veras? De veras, parece mentira, ¿eh? pues, , señor, el hombro ha caído, y vergonzosamente, como tenía que suceder; si le dejan un día más en el Ministerio, se lleva hasta los clavos de las paredes.