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Fanfarrones y pendencieros, sus disputas momentáneas iban siempre sazonadas de interjecciones coloradas, y acababan por burlas ó anécdotas picantes. Cada una de sus frases tenia por adorno indispensable aquella palabra española tan expresiva, de sentido vago, y que no puede copiarse en ningún escrito sin escandalizar.

Entonces usaban las mujeres un peinado en forma de saca-corchos, cuyas ensortijadas guedejas se sostenían con plomo, y de esta moda y de las bombas francesas que proveían a las muchachas de un artículo de tocador, nació el famosísimo cantar: Con las bombas que tiran los fanfarrones, hacen las gaditanas tirabuzones.

Treinta años aterrando al mundo con el estrépito de su sable y sus bigotes fanfarrones; treinta años de titularse «señor de la guerra», haciendo temblar á los pueblos con su ceño, sus actitudes heroicas y sus frases teatrales; treinta años de preparar millones de hombres para el matadero, obligando á los pueblos á vivir armados en plena paz, y cuando apunta la desgracia para él, cuando considera su existencia en peligro, huye vergonzosamente al extranjero, abandonando á los suyos, lo mismo que un comerciante que hace quiebra fraudulenta.

Con los dos me indigné, pareciéndome fanfarrones y por su mal término en hablar, infamando al que se deseaba honrar sin ajena costa ni perjuicio, y con el huésped cobré gran ira por su demasiado atrevimiento: debiérase contentar con lo que le habían dado, sin ser desvergonzado, poniéndose a la tabla con semejante desenvoltura.

Embebióse más en la puerta, y desenvainó su puñal. Cosme, hijo, síguelos dijo una voz muy conocida del tío Manolillo ; yo me quedo aquí; abajo en la plaza están los otros; quitadle lo que lleve, y que no se diga que os ponen miedo esos fanfarrones de los coletos encarnados. Alejáronse los pasos, y se perdió la voz á lo largo de los estrechos corredores.

Pero la vaporosa criatura, harta sin duda de las magnificencias del saqueo, quería mostrarse ahora desinteresada, prefiriendo á los hombres pobres y perseguidos, sin duda porque todos los que la rodeaban eran ricos, fanfarrones é insolentes. Y por esta necesidad de cambio y de contraste, abandonó á nuestro general, enamorándose de Taboada.

Un grupo de gente del pueblo le interrumpió. Venían para llevarse al Chiquito: querían agasajarlo con la generosidad que da la victoria. No debía entristecerse: ya habían visto todos que era un gran barrenador. Otra vez ganaría él. Además, la cuestión había sido con aquellos señores tan fanfarrones: él no era más que un mandado.

Y hay otros que parece que las cogen por el aire y, sin embargo, no distinguen, ¿estamos?... Y voy á decirte una cosa para que la sepas, sólo para que la sepas: si el diablo me tentara algún día, ten por seguro que no escogería á Velázquez para ello, porque sabe muy bien que en la vida me han gustado los hombres fanfarrones... Bien puedes dispensarme, hija: ya comprenderás que en este mundo los gustos no son iguales.

Dio un paso atrás Anita, decidiendo no entrar en el teatro de su marido... pero su falda meneó algo en el suelo, porque don Víctor gritó asustado: ¡Quién anda ahí! No respondió Ana. ¿Quién anda ahí? repitió exaltado don Víctor, que se había asustado un poco a mismo con aquellos versos fanfarrones. Y algo más tranquilo, dijo a poco: ¡Petra! ¡Petra! ¿Eres , Petra?