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¿Quién vivirá en esa casa? dijo el tío Manolillo parándose, cuando vió que en aquella casa habían entrado el sargento mayor y la Dorotea, y había vuelto á cerrarse la puerta. ¿Os interesa mucho el saber quién vive en esa casa? dijo el cocinero mayor. Lo averiguaré dijo el bufón como contestándose á mismo á la pregunta que á mismo se había hecho poco antes.

, señor, vos... vos me habéis dicho no qué acerca de mi mujer... ¡Yo! , señor. El tío Manolillo me ha dicho también algo de eso. ¡También el tío Manolillo! Y el duque de Lerma. ¡Cómo! Y doña Clara Soldevilla. ¡Ah! Y, por último, esa mujer á quien Dios confunda... ¡Oh! ¡Dios mío! ¡como la otra! ¡como la otra! ¿Como qué otra? Como Verónica: ¿no os acordáis de mi primera mujer? ¡Ah!

No; no, señor, he almorzado ya, y por cierto con buen apetito... y si no me encuentro al tío Manolillo que me animó... ¡Ah! ¿habéis almorzado con el tío Manolillo? ; , señor... el tío Manolillo iba que centelleaba tras la comedianta, tras la Dorotea... que iba con el sargento mayor don Juan de Guzmán y se metió con ella en casa de doña Ana de Acuña.

¿Cómo te llamas, hijo? Gonzalo. ¿Y te has comido la perdiz que quedaba en el plato de la reina? ... al salir... no me veían... ¿Y quedaba mucho?... Casi una pechuga... y me ha hecho mal... ya se ve... ¡comí tan de prisa, porque no me vieran! El paje, en efecto, empezaba á ponerse pálido. ¿Y por qué vienes, hijo? exclamó el tío Manolillo, haciendo un violento esfuerzo para dominar su horror.

De don Juan Téllez Girón, querréis decir, señora dijo el cocinero mayor. De Juan Montiño digo repitió con impaciencia la Dorotea. Juan Montiño, hija mía dijo dolorosamente el tío Manolillo , es don Juan Téllez Girón.

No, hija mía, no dijo el padre Aliaga ; pero me extraña ver en el aposento del tío Manolillo, y á estas horas, una mujer tal como vos. La Dorotea sacó su labio inferior en un gracioso mohín, que tanto expresaba fastidio como desdén, por la observación de fray Luis. ¿Os une algún parentesco con esta joven, Manuel?

Importa mucho, muchísimo dijo gravemente doña Clara. ¿Crees que yo?... ¡Oh! ¡no! ¡no! yo que tu corazón, tu alma, tu pensamiento, todo eres mío; pero el bufón del rey es padre ó pariente ó amante de esa perdida... el tío Manolillo es terrible... ella te ama... te has casado conmigo... si por vengarse ese hombre...

El tío Manolillo había presentido que, á causa del carácter casquivano de Dorotea, podía suceder que alguna vez tuviese necesidad de una poderosa influencia para sacarla de un terrible compromiso.

¿Y de qué cosa se trata, tío? le pregunté. De una mujer. Pues si vos, tratándose de mujeres, no veis, estoy seguro de que yo me quedo á obscuras. No tanto, hermano Quevedo, no tanto; yo amo á esa mujer y tengo, naturalmente, una venda sobre los ojos. ¡Os dijo... que me amaba el tío Manolillo! exclamó Dorotea.

¿Y quién hace caso del rey?... El rey sabe menos que nadie lo que se dice... déjame entrar ó te entro. Y como el sumiller se opusiese, el tío Manolillo le asió por la pretina y se entró con él en la cámara real. Hermano Felipe dijo al rey , aquí te traigo á éste para que le castigues... Se ha atrevido á faltarme al respeto... ¡pretender que la locura no entre en la cámara del rey!