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Pues volviendo a mi relato, fui a echar la carta al correo, y Miranda me siguió y me cogió del brazo y me llenó de denuestos, injuriándome mucho, y lo que sentí más, insultando a mi padre. ¡Pobre padre de mi alma! ¡qué culpa tiene él de lo que haga yo! Que no sepa nada, Padre Urtazu, por amor de Dios. Yo me indigné de tal modo, que contesté con altivez, y me encerré en mi cuarto.

Allá donde tantos brutos se hicieron ricos decía , yo sólo conocí una pobreza igual á la de mi patria... Cuando estalló esta guerra me indigné, como muchos, de la conducta de los alemanes, de sus atrocidades en los países invadidos. Estaba entonces en Madrid. Una noche, varios contertulios de café convinimos en ir á pelear por Francia. El que se hiciese atrás pagaría diez duros.

No me dejó que la viera, Que aun eso me consolara; Y así, vine a ver tu cara, Y a que justicia me hiciera La imagen de Dios, que en ella Resplandece, pues la imita. REY. Carta de mi mano escrita... ¿Mas qué debió de rompella? SANCHO. Aunque por moverte a ira Dijera de algún sabio, No quiera Dios que mi agravio Te indigne con la mentira.

La ola dió un golpe en la espalda de los dos primeros remeros, les hizo torcerse violentamente y pasó por encima de nosotros. No hubo nadie de los nuestros que no creyera que aquel era nuestro final. Al verme todavía en la lancha, yo me indigné. Estamos aquí parados estúpidamente les dije . Hay que pasar. ¡Hala! Nada, vamos dijeron todos.

Si algún día me da el arrechucho de huir y levanto el vuelo, ahí quedará eso para que mi pobre tía se indigne a cada instante viendo que su loca gastó tanto dinero en tonterías pecaminosas, como ella dice.

Con los dos me indigné, pareciéndome fanfarrones y por su mal término en hablar, infamando al que se deseaba honrar sin ajena costa ni perjuicio, y con el huésped cobré gran ira por su demasiado atrevimiento: debiérase contentar con lo que le habían dado, sin ser desvergonzado, poniéndose a la tabla con semejante desenvoltura.

Yo me indigné muchísimo y le dije algunas palabras pesadas. Por lo visto, aquel loco sabía barrer para dentro. Su mirada de perro fiel había llegado a causarme repugnancia. La verdad es que si no hubiera sido por la simpatía invencible, que ya no podía ocultarme a mismo, que me inspiraba la hermana San Sulpicio, aquella misma noche me habría mudado de casa.

No se indigne el autor del monumento por estos cálculos que yo hago sobre la densidad de la chistera campoamorina. O somos realistas, o no lo somos. Uno no puede, a voluntad del artista, fijar su atención en tales detalles y apartarla de tales otros.