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En la colección de narraciones, anécdotas, fábulas y cantos, que se hallan en dicha obra, y son parte de otra más completa, que se ha perdido, compuesta por este escritor ingenioso , no hay nada, en verdad, que pueda denominarse dramático, aunque diversas noticias, que no merecen despreciarse tratándose de los orígenes del teatro.

Al fin y al cabo lo que las novelas decían, era mentira, mientras que las anécdotas del Duque acababan de efectuarse, los personajes que en ellas habían intervenido vivían y eran conocidos de todo el mundo. En fin, todo aquello estaba sangrando, como se dice vulgarmente.

D. Manuel; pero me parece que estamos mejor a oscuras... Paquito, abre toda la ventana. Que entre el aire, aire, aire...». Poco después, Bringas, cansado de oír las anécdotas universitarias que su hijito le contaba, dijo en voz alta: «Sr. de Pez... ¿No está?». «No está» observó Paquito. ¡Rosalía! ¡Mamá! gritó el joven llamando. Poco después apareció Rosalía.

No obstante, se hallaba tan fascinada por la grandeza del personaje, que pronto vino a figurarse que aquellas formas, aquel cinismo, eran la expresión de la moda y el «buen tono». Luego vinieron las anécdotas picantes.

El señor Molina era la única de aquellas personas cuya conversación no le causaba fastidio, por más que siempre tocara los mismos asuntos, con su invariable tono tranquilo, pausado, de viejo patricio, el pulgar de una mano metido en la abertura del chaleco y la otra apoyada de través en la rodilla. Nunca dejaba de hacerla reír cuando repetía anécdotas de personajes históricos.

Hace veinte años que oigo hablar de los rusos, de los austriacos y de los cosacos decía sonriendo el anciano Materne , y no me disgustaría ver algunos en la punta de mi fusil; eso siempre alegra el ánimo. respondió Labarbe ; vamos a ver tipos curiosos; los niños de la sierra podrán contar anécdotas de sus padres y de sus abuelos.

Mi joven doctor, a riesgo de molestar a aquellas damas, empezó a relatarnos las curas maravillosas y singulares que había hecho, sazonando la relación con anécdotas más o menos picantes, a las que sólo yo prestaba atención, porque, como he dicho anteriormente, yo escucho siempre por oficio.

Si se hablaba de la cuestión de Oriente, él había estado en los principados de la Moldavia y la Valaquia, hoy Rumania, construyendo unos ferrocarriles, y contaba anécdotas más o menos interesantes, describía el carácter de los príncipes rusos con quienes había tratado familiarmente y las costumbres feudales de aquellos países.

El otro día, leyendo un librito de anécdotas de Chamfort, referentes casi todas a la vida de Versalles, en los días de mayor esplendor mundano, encontré esta frase: «El cambio de las modas es una contribución que la industria del pobre impone a la vanidad del rico». Despréndese de este concepto que las mutaciones calidoscópicas de la moda están movidas por el anhelo utilitario del pobre.

Cuantos hechos, anécdotas y casos refiere el autor incógnito para rebajar y humillar á los jesuítas del día, tienen traza de verdaderos y dejan harto mal parados á los Padres. Referidos con notable primor de estilo, desenfado y gracia, entretienen tanto ó más que una novela picaresca.