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Esto equivaldría á despojarnos vergonzosamente de la soberanía de la isla ó á conservar en ella una soberanía desmedrada y dependiente de la gran República, á cuya fiscalización constante estaríamos sometidos, y á quien acudiría siempre en queja cualquier cubano díscolo que se creyese lastimado ó que supusiese que no se le cumplía lo prometido.

Eran dos árboles más, dos plantas de aquel pedazo de tierra no mayor que un pañuelo, según decían los vecinos , y del cual sacaban su pan a costa de fatigas. Vivían como lombrices de tierra, siempre pegados al surco, y la chica, a pesar de su desmedrada figura, trabajaba como un peón.

Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta.

En Suches, al oeste de la cordillera, el suelo, que aun participa de la gran planicie boliviana, es seco y bastante árido, y su vegetacion pobre y desmedrada por consiguiente. La zoologia y la botánica ofrecen allí un aspecto de particular tristeza, análogo y muchas veces idéntico al de la Patagonia .

Maxi se quedó más tiempo en la cama, hartándose de sueño, aquel reparo que su desmedrada constitución reclamaba. Púsose Fortunata a arreglar la casa y mandó a Patricia a la compra, cuando he aquí que entra doña Lupe toda descompuesta: «¿No sabes lo que pasa? Pues una friolera. Déjame sentar que vengo sofocadísima. Vaya que dan que hacer mis dichosos sobrinos. Anoche han puesto preso a Juan Pablo.

Doña Eulalia no habla nunca en latín ni en ningún otro idioma que no sea nuestro castellano puro y castizo; sus pies se apoyan siempre en el suelo cuando no está sentada o tendida; en vez de estar desmedrada, pálida y ojerosa, que está muy guapa y de tan buen color que parece una rosa de Mayo; y el que ella repugne casarse con ninguno de los novios que su señor padre le ha buscado, y el que ande melancólica y retraída, y el que tenga por las noches y a solas, en su retirada estancia, coloquios misteriosos con seres invisibles, no prueba que esté endemoniada ni mucho menos.

»El horrible buitre que con su pico y sus garras destroza el pecho de mi hija volvía a hacer presa en ella y entonces yo, prosternado y con la frente inclinada, invocaba a Dios diciendo: ¡Dios mío, escucha mis súplicas! ¡no me abandones! ¡Si tu providencia infinita no ayuda a mi ciencia desmedrada y estéril, mi hija y yo estamos perdidos!

Rosita era graciosa, pero desmedrada y clorótica, de color de marfil. Llamaba la atención su peinado en sortijillas, batido, engomado y puesto con muchísimo aquel. «¿Pero qué hace usted, mujer, con esa pinturapreguntó Guillermina a Nicanora. Soy lutera.