United States or Hungary ? Vote for the TOP Country of the Week !


El segundo jinete, el del caballo rojo, manejaba el enorme mandoble sobre sus cabellos, erizados por la violencia de la carrera. Era joven, pero el fiero entrecejo y la boca contraída le daban una expresión de ferocidad implacable. Sus vestiduras, arremolinadas por el impulso del galope, dejaban al descubierto una musculatura atlética.

Bajo aquella blusa azul, bajo aquella camisa sin almidones ni planchados ni añiles presuntuosos, se abrigaban una musculatura de acróbata y un corazón de oro. Cada visita de Andrés tenía por objeto hacer bien a la familia de sus amos; a sus amas, mis tías; al amito, yo.

Su cabeza, echada atrás con arrogancia, y destocada, lucía copiosa y rubia cabellera, que flotaba en rizos graciosos a merced de la brisa; sus piernas y sus brazos desnudos, contraída entonces la musculatura por la energía de la actitud, daban envidia a los de Hércules mancebo. Todo en Mutileder era beldad, elegancia, brío y donosura.

Era un tabernero de las Ventas, gallego, de recia musculatura, corto de pescuezo y rubicundo de color, que había hecho una pequeña fortuna en su tienda, donde bailaban los domingos criadas y soldados. No tenía mas que un hijo, y este muchacho, pequeño de cuerpo y de contextura débil, estaba destinado por su padre a ser una de las grandes figuras de la tauromaquia.

Sólo por su juventud, pues no contaría más de veinte años, merecía el marquesito este diminutivo que todo el mundo le aplicaba. Por lo demás era un muchacho corpulento, rubio como el oro y con una expresión infantil en el rostro que contrastaba con la apariencia atlética de su musculatura. Los modales correspondían a aquella expresión: parecía un niño grande.

Se despidió dando un rudo manotón al picador, y el centauro le contestó con un puñetazo en un muslo que hizo temblar la recia musculatura del bandido. ¡Qué Plumitas tan simpático!... Potaje, en la ternura de su embriaguez, quería irse al monte con él. ¡Adió! ¡adió! Y picando espuelas a la jaca, salió a trote largo del cortijo. Gallardo mostrábase satisfecho al ver que se alejaba.

Vestía con pulcritud, sin alardes de elegancia; fumaba sin tasa buenos puros, y comía y bebía todo lo que demandaba el sostenimiento de tan fuerte osamenta y de musculatura tan recia. Enormes pies y manos correspondían a su corpulencia.

Los caballos de nuestros équites, orgullosos de su estampa elegante, de sus lomos relucientes y mórbidos, caracoleaban sin cesar levantando nubes de polvo, felices por ostentar su recia musculatura a la luz de la mañana.

¡Qué no tienes cabellos!... ¿Y esto qué es? replicaba levantando su pelo, y poniéndolo erizado como una escoba. Hablo de mis fuerzas. ¿No tienes fuerzas, eh? A ver: saque usted esos brazos. El, riendo, se despojaba de la americana, y remangándose la camisa mostraba sus brazos enormes de gladiador, donde la musculatura tomaba brioso relieve como un espeso tejido de cuerdas.

Aresti, recordando los dos Alcides que con la porra en la mano, y al aire la soberbia musculatura dan guardia á los blasones de armas de la provincia, decía hablando de él: «Mi primo se ha escapado del escudo de Vizcaya». Era sobrio en palabras, como todos los hombres que tienen el pensamiento y la acción en continuo uso.