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Harto penoso érale volver a pasar bajo los arcos sucesivos del antiguo torreón almenado que guarnece la cabecera. Sus piernas se hundían en una ola brusca de cabras o de carneros; aquí un borrico le estropeaba la bota con la pezuña, allí una vaquera de la sagra le apartaba de un manotón.

En vano, aguijoneado por la necesidad, se dirigió á algunos médicos que hablaban francés. No le escucharon, y al insistir en sus peticiones lo pusieron á distancia con rudo manotón... ¡El no iba á perecer de hambre en medio de sus propiedades!

Con hombres así le gustaba tener negocios. Alicia, que había seguido la escena desde lejos, salió á su encuentro, avanzando disimuladamente una mano. Toma. La diestra de Miguel ofreció los billetes con tal rudeza, que esta entrega casi fué un manotón agresivo. Su vergüenza por el acto reciente se exteriorizaba en confusas protestas. ¡Las mujeres!... ¡Lo que me has obligado á hacer!...

Se despidió dando un rudo manotón al picador, y el centauro le contestó con un puñetazo en un muslo que hizo temblar la recia musculatura del bandido. ¡Qué Plumitas tan simpático!... Potaje, en la ternura de su embriaguez, quería irse al monte con él. ¡Adió! ¡adió! Y picando espuelas a la jaca, salió a trote largo del cortijo. Gallardo mostrábase satisfecho al ver que se alejaba.

Pasa adelante del punto en que aquél se había separado del camino y pierde el rastro; el tigre se enfurece, remolinea, hasta que divisa la montura, que desgarra de un manotón, esparciendo en el aire sus prendas.

¡Ajá! ¡conque cuentas ya con mi muerte! grita el viejo, montando otra vez en cólera; ¡querrías seguramente enterrarme vivo y tirar en seguida el manotón a Krakowitz para redondear tus tierras! ¿Le has echado el ojo a mi Krakowitz desde hace tiempo, eh? Imposible hacer entender razones a ese energúmeno; me decido a emplear los grandes recursos. Oye entonces mi última palabra: le digo.

Estaba segura de su poder... Y reprodujo el beso del Acuario, aquel beso que estremecía la espalda del marino, haciéndole vacilar sobre sus piernas. Pero cuando se entregaba con más abandono á esta succión dominadora, se sintió repelida, disparada por un manotón brutal, semejante al puñetazo que la había lanzado sobre los almohadones al principio de la entrevista.

No creas que tengo el ánimo de permitir que me engañes esta vez; por lo tanto, dame el brazalete como primer pago, y no hablemos más. Y le tiró un manotón al brazo, que ella evitó, haciendo un rápido movimiento. No acepto exclamó con una repentina y feroz determinación. ¡Ahora te conozco!