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Sintió dentro de su ser algo que se desgarra y cae. Había olvidado por completo que llevaba consigo el cuerpo divino del Redentor. Le pareció una cosa tan extraña, tan fuera de la realidad eterna que veía y palpaba, que imaginó estar soñando. Y sin saber de qué antro oscuro de su ser venían, le acometieron unas ganas feroces, impías, de soltar la carcajada. ¿Qué comedia era aquélla?

La dama volvió a leer la carta y comprendió entonces una sola cosa; pero una cosa para ella inverosímil, que vino a despertar en su ánimo el movimiento de ira, de sorpresa, de rabia desesperada que causa al potro bravío el primer espolazo que desgarra sus ijares, el primer serretazo que le hace detener su voluntariosa carrera, anunciándole que hay alguien que puede, y quiere, y debe sujetarle y humillarle... ¡Comprendió que por primera vez en su vida le cerraban una puerta, y que era el que se la cerraba un hombre desconocido, un pobre fraile, un Pedro Fernández!... ¡La fuentecilla que corría allí al lado murmurando llegó a los oídos de Currita como el eco de la sarcástica carcajada que había de soltar el mundo al verla vencida por Pedro Fernández!...

Batallaba el diente con la ventosa, el coletazo demoledor con el tentáculo que ahoga, la boca que desgarra con la boca que sorbe.

Por desgracia, la triste realidad, con los viejos perversos, la embriaguez, el desorden y los ultrajes, maltrata y desnaturaliza ese ideal. Y en este choque trágico, el corazón de Karaulova se desgarra. ¡Señores jurados!

Es de noche: un hombre viejo y enfermo está solo en un gabinete. La tos le desgarra el pecho, tiene las piernas hinchadas por la gota, el estómago roído de dolores, y para que el sufrimiento sea completo, conserva el cerebro despierto y sano.

Pasaron; fiera, altiva, su incontrastable garra ascética, terrible, en clavó la cruz, y tu gemido triste, que el corazon desgarra, sin recordar tu pena, al són de su guitarra, en la doliente caña, repite el andaluz.

No se rompen fácilmente los lazos de una afección de veinte años, cuando se tiene un corazón tierno y generoso; Herminia fué la prueba. No pudo ver llorar tan amargamente á la mujer que la había educado y dejando el brazo de Mauricio, corrió á la señorita Guichard, con los ojos llenos de lágrimas y exclamando: ¡Tía mía! No llore usted más ... ¡Me desgarra usted el corazón!

Ellas y yo moriremos sin habernos vuelto á ver. Eso es lo que me desgarra el corazón, Cristián; acepto mi miserable suerte, me resigno á sufrir, pero no á que sufran los que amo. Dejó caer la cabeza hasta las rodillas y así, con el cuerpo enflaquecido, encorvado en su sayal de tosco lienzo, se echó á llorar como un niño.

Burlando burlando desgarra él mismo su obra; se deplora que así lo haga, pero con un pincel poético, que se asemeja á una varita mágica, evoca en un instante á nuestra vista un nuevo edificio más bello que el anterior; nos arrebata en sus escenas, más seductoras la una que la otra, y de placer en placer y de sorpresa en sorpresa, nos obliga, contra nuestra voluntad, en vez de irritarnos contra él, á agradecerle el goce que nos proporciona.

Espíritu invisible, que enajenas Las potencias del alma, y con cadenas Atas la voluntad: que gobiernas la imantada barra Cuando el manto del cielo se desgarra: Ven á ensayar aquí tu potestad. Y , mujer, bañada en mi creencia, Recibe en tu alma su impalpable esencia Cual vaso de eleccion: de la verdad sacerdotiza, Y ciñe como nueva pitonisa La aurëola que la inspiracion.