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Lo que te suplico es, ¡oh fatal estrella mía!, que la mano que me pides y quieres darme no sea por cumplimiento, ni para engañarme de nuevo, sino que confieses y digas que, sin hacer fuerza a tu voluntad, me la entregas y me la das como a tu legítimo esposo; pues no es razón que en un trance como éste me engañes, ni uses de fingimientos con quien tantas verdades ha tratado contigo.

¿Eso es lo que estabas reparando, desaborío? ¿Por qué no lo has soltado antes y me has tenido asustada con esos ojos de alma del otro mundo? No me engañes, Soledad... has tenido un disgusto repitió Uceda mirándola fijamente. Soledad siguió riendo con afectación sin responder. ¡Hace tanto tiempo que estudio en tu semblante!

Pues dispongo de una hora. ¿Y mañana? ¿Nos veremos mañana? No me engañes, pero no me engañes dijo ella suplicante . Estoy acostumbrada a tus papas... No, ahora no... ¿Me quieres? ¡Qué pregunta!... Bien lo sabes , y por eso abusas. Yo soy muy tonta contigo; pero no lo puedo remediar. Aunque me pegaras, te querría siempre. ¡Qué burrada! Pero Dios me ha hecho así, ¿qué culpa tengo?

Lo encontraba excelente, aunque tal vez demasiado maduro para la novia... Y, coincidiendo con lo que antes observara Laura a Coca, observole él también: Mi único temor es que te engañes a ti misma y que no estés del todo enamorada... El más grave de los errores que puede cometer en la vida una persona honesta, es casarse sin amor. ¡Y a tu edad y con tus encantos, Coca, ese error sería imperdonable!

Conque está tranquilo: no soy mujer que arme trapatiesta ni escándalo; pero no me engañes. Ya no me quieres, ¿verdad? Consiento en ser desgraciada, y lo seré si me dejas; pero no mientas por lástima. Francamente, ¿volverás? Aunque redunde en descrédito de la pericia de don Juan, forzoso es decir que el giro que tomó la escena le hizo perder su habitual serenidad. El compromiso era de marca mayor.

No creas que tengo el ánimo de permitir que me engañes esta vez; por lo tanto, dame el brazalete como primer pago, y no hablemos más. Y le tiró un manotón al brazo, que ella evitó, haciendo un rápido movimiento. No acepto exclamó con una repentina y feroz determinación. ¡Ahora te conozco!

Todo lo conocemos. ¡Hemos sido felices en tantos lugares!... Pero dime cuándo vas a volver. ¡Dímelo cierto!... ¡no me engañes! El rostro de Fernando se crispó con una risa dolorosa. ¡Volver! Aún no había emprendido el viaje y al término de él le aguardaba lo desconocido, con sus aventuras y misterios. Volvería pronto; cuando más, tardaría un año. ¡Palabra!

Cristeta de mi alma, ¿qué es esto?, ¿te has decidido? ¡No me engañes, que me moriría de pena! No hay momento que perder, quiero volverme pronto. Habla, vida mía. Todo lo que quieras, menos que yo viva sin ti. Juan..., estamos locos. Dime que me quieres y me dejo matar.

-Tan buenas -respondió Sancho-, que no tiene más que hacer vuesa merced sino picar a Rocinante y salir a lo raso a ver a la señora Dulcinea del Toboso, que con otras dos doncellas suyas viene a ver a vuesa merced. ¡Santo Dios! ¿Qué es lo que dices, Sancho amigo? -dijo don Quijote-. Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas.

No me engañes... ¿Viviré con tus niños, seré entre ellos la niña mayor... seré tu mujer? , si. MARQU