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Actualizado: 29 de junio de 2025
Y en los ojos de la Dorotea, apareció una mirada valiente, enérgica, en la cual, cosa extraña en aquella situación, había mucho de generoso y de sublime. ¡Oh! ¡y qué grato será hacerle llorar! dijo el bufón. ¡Oh! sí, sí, es el último recurso, el último consuelo que queda á mi alma; hacer llorar á don Juan. Pero para eso es necesario que le engañes. Le engañaré. Que le desesperes. Le desesperaré.
Yo soy tu padre, Gonzalo, y debo padecer contigo... Además, mi presencia hacía falta... Me han dicho que vas a batirte con ese... ¡con ese pirata! ¿Es verdad? No... por ahora no hay nada respondió el joven con alguna vacilación. ¡No me engañes, Gonzalo! Ese desafío no puede realizarse. Vengo resuelto a impedirlo. No hay nada, tío. Sosiéguese usted. Es inútil que me engañes.
Hijo mío: el mundo murmura de todo. Procura que tu conciencia esté tranquila, y deja que el mundo diga lo que quiera. No engañes a ninguna muchacha. ¡A qué mentir amores a quien no será tu esposa! Angelina seguía cosiendo. Las campanas de la Parroquia soltaron en ese momento alegre repique. ¡Ah! prorrumpió la joven. ¡La fiesta de Todos Santos! ¡Ni quien se acordara! Levantóse y salió.
Por fortuna, sólo duraron unos cuantos segundos, porque ella las contuvo como tragándoselas; procuró serenarse, y habló sin gimoteos ni sollozos. Sé que no tengo sobre ti ningún derecho. No te pido nada, ni por soñación. ¿Será cierto eso de la casa de banca y el dinero? Aunque me engañes, me alegraré de que sea mentira, porque prefiero mi desdicha a tu ruina.
Es imposible que me engañes... ¡A casa, a casa! ¡Qué dirán de mí! ¡Virgen Santísima! No dirán nada. Yo tengo imaginado un gran plan... Este plan es el mejor... Tu prima acabará de dártelo a conocer. Al diablo doña María y la de Leiva. Es el jefe de la familia. Ella manda. Ahora mando yo, Inés. Obedece y calla. ¿No recuerdas que en todos los instantes supremos de tu vida has necesitado de mi ayuda?
Pues ve diciendo; pero no engañes, no engañes, te digo. N'gañar no ti... ¿Podemos hacerlo ahora? No: hacirlo a las doce del noche. ¿Tiene que ser a esa hora? Siguro, siguro... ¿Y cómo salgo yo de casa a media noche?... Amos, déjame a mí de pamplinas. Verdad que podría decir, un suponer, que se ha puesto malo D. Romualdo y tengo que velarlo... Bueno: ¿qué hay que hacer? N'cesitas cosas mochas.
Á Clara la llamó á sí Doña Blanca, le dió un beso en la frente, y le dijo al oído con acento apenas perceptible: Di á tu padre que le perdono. Tú, hija mía, sigue los impulsos de tu corazón. Eres libre. Sé honrada. No te cases si no le amas mucho. Mira no te engañes. Lo sé todo... Me lo ha dicho el padre Jacinto. Si le amas y merece tu amor, cásate con él.
Muchas veces la dijo: «Has de saber cuánto tienes, duro por duro; y has de pensar siempre en lo que vayas a hacer, para que ni el prójimo te robe ni tú te engañes.» Paz estuvo una temporada de tres años en un colegio dirigido por monjas, lo cual no era muy del agrado de su padre; pero ¿qué hacer, si no había en Madrid otro linaje de casas de educación?
Palabra del Dia
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