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Cuando partió el coche que los llevaba, se volvió el doctor hacia Amaury, que estaba a su lado de pie y con la cabeza descubierta. Ya lo has oído, Amaury dijo. Desde mañana no viviré ya en París; no volveré allí jamás. Pero hoy tengo que regresar contigo a casa para dictar mis disposiciones y dejar mis asuntos arreglados. Lo mismo que yo contestó Amaury con frialdad.

Ahogaré este amor y viviré para Linilla; pensé ¡sólo para ella! ¡Le escribiré, iré a verla, y le confesaré todo! ¡Es tan buena, tan sencilla, tan cariñosa!... «Mira Angelina, Linilla mía, ¡perdóname! le diría yo. He sido infiel a tu cariño, a tu amor.

Ahora, querida Antoñita ya le puedo decir: Viviré, porque le puedo anunciar que vivirá. »Crea usted, Antoñita, que mi amor hacia Magdalena no es vulgar ni pasajero; mi unión con ella no era matrimonio de conveniencia, ni siquiera lo que se ha dado en llamar un matrimonio de inclinación: me unía una pasión única, sin ejemplo: y si ella moría tenía yo que morir también con ella.

Allí viviré con tranquilidad». Fortunata se mostró conforme, si bien recordaba lo que Mauricia le había dicho de la vida de los pueblos. Sólo descuartizada iría ella a vivir al campo; pero aquella noche no tenía más remedio que decir a todo.

Amaury, compadecido de su amigo, estuvo tentado a correr tras él para detenerle y prodígarle consuelos; pero en aquel instante oyó las diez y se acordó de que a las once le esperaba Magdalena. 15 de mayo «Por lo menos no me separaré de mi hija; se quedarán a mi lado; yo iré a donde ellos vayan y viviré con ellos.

No hay nadie que entienda como esa gente inglesa el modo de hacer vida elegante en medio de la Naturaleza. Botín, que ha estado en Inglaterra, me contaba cosas que me hacían feliz. JOAQUÍN. Pues si lo prefieres, iremos a Londres y Escocia. ISIDORA. Calla, calla. Te diré... Iré yo sola, o contigo, si quieres acompañarme... Porque no me casaré, Joaquín; viviré soltera riéndome del mundo.

Aquella virtuosa Princesa resolvió no casarse, siendo así que su hermano deseaba que lo hiciera con el hijo del Emperador Federico II. Si la Princesa hubiera querido hacerse religiosa no hubiera encontrado ciertamente ninguna oposición en su familia, pero la desgraciada hablaba de celibato mundano... «No tendré respondía a todas las instancias, otro esposo más que Jesucristo; sin pasar el resto de mis días en un claustro, viviré en medio del mundo en un estado de virginidadBlanca de Castilla, su madre, y el Rey Luis IX, su hermano, a quien esta resolución contrariaba en extremo, se dirigieron al Papa Inocencio IV para que la combatiese.

A veces me imagino en el caso de no verla nunca más, y siento que continuaría queriéndola lo mismo, siempre. Aunque... si a usted la pierdo, Adrianita, viviré sin vivir. Ya lo , ya lo , pero escúcheme, tal vez pueda expresarme... Si ahora soy buena, lo debo a usted; seguramente es la mía una bondad transitoria, que sin usted moriría.

Una línea así... que marque la transición de un estado a otro... entre dos maneras de ser... entre dos formas de vivir... ¿Y de qué lado de esa línea misteriosa estaré yo?... ¿Viviré en la sombra, esperando la zona de luz?... ¿o estaré en ésta y me espera la otra?...

¿Y cómo? Escapándome. Os juro que no os escaparéis. Lo veremos. ¿Y cómo haréis para escaparos? yo os guardaré por misma; viviré con vos, comeré con vos... ni de día ni de noche me separaré de vos. Me escaparé. Queréis asustarme, pero no lo conseguís. Si vos sois valiente y resuelto, yo no lo soy menos. Ello dirá. Pues va á decirlo pronto. El coche se para. Hemos llegado.