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Entre otros muchos, Llanquihue y Todos los Santos muestran una belleza apenas rivalizada por las aguas más conocidas de Escocia, Inglaterra y Suiza. En verdad se puede decir que estos lagos chilenos tienen un encanto natural que reúne los de las tres regiones europeas ya mencionadas y que, dentro de poco, serán para el viajero un verdadero paraíso. 1. ¿Qué superficie aproximadamente tiene Chile?

Margarita de Austria le clavó una mirada iracunda, que la otra sostuvo sin pestañear. Luego, acercando la boca a su oído, le dijo con rabioso acento: Si usted no me sigue ahora mismo, llamo a dos criados para que la saquen del salón a viva fuerza. La reina de Escocia se estremeció; pero tuvo aún ánimos para contestar: Deseo ver al señor duque.

Hay montaña en Escocia ó Noruega que parece formidable, aunque sea en realidad menos alta que otras muchas cimas terrestres.

Y para honrar el alma regia reencarnada en ella, cuya autenticidad reconocían todos sus visitantes misteriosos, quiso vivir como la decapitada soberana de Escocia, imitando sus vestidos tal como los había visto en los cuadros, convirtiendo su palacio en un castillo, comiendo á solas en vajillas antiguas los manjares que un profesor de Historia se encargaba de buscar en las viejas crónicas.

Los créditos que he venido á realizar...." Aquí Clementina saltó algunos renglones pues los negocios de Roussel le parecieron insignificantes.... "No estaré de vuelta antes de tres semanas y Dios sabe si voy á echarte de menos durante ese tiempo, ingrato, por no haber querido acompañarme.... Afirmas que Inglaterra no es un país artístico.... Si vieras qué interesantes son estos centros manufactureros de Manchester y Birmingham ... en ellos se toma el pulso de la actividad de un país...." ¡Espíritu prosaico y mercantil! murmuró Clementina.... "La Escocia es una maravilla.... He de traerte aquí y verás hasta qué punto eran erróneas tus ideas.

Equitativo; porque hago botas de montar, o sea de equitación; porque están hechas sobre seguro, como en la Equitativa, y porque la ciencia zapateresca ignora las cláusulas políticas, y así manifactura un escarpín para la reina de Escocia, como un zueco ferrado para el sacamantecas, o un zapato de hebilla para el camarlengo; total, equis.

En 1881, a propósito de la traducción italiana de este libro, Sarmiento escribía: «No vaya el historiador en busca de la verdad gráfica a herir en las carnes del Facundo, que está vivo; ¡no lo toquéis!; así como así, con todos sus defectos, con todas sus imperfecciones, lo amaron sus contemporáneos, lo agasajaron todas las literaturas extranjeras, desveló a todos los que lo leían por la primera vez, y la Pampa Argentina es tan poética hoy en la tierra como las montañas de la Escocia diseñadas por Walter Scott, para solaz de las inteligencias . Y luego los ricos no despojen al pobre quitándole la venda de los ojos a los que lo traducen, cuarenta años justos después de haber servido de piedra para arrojarla ante el carro triunfal de un tirano, ¡y cosa rara!, el tirano cayó abrumado por la opinión del mundo civilizado, formada por ese libro extraño, sin pies ni cabeza, informe, verdadero fragmento de peñasco que se lanzaron a la cabeza los titanes...» . Exageraba el autor, sin duda alguna, en ese fragmento, la importancia «cívica» de su obra, atribuyendo a sólo ese libro lo que fué penoso esfuerzo de toda una generación; pero nadie podrá negar que tal fragmento define, con maravilloso acierto de autocrítica, la verdadera condición «literaria» del glorioso panfleto .

Bien se echa de ver, repuso el otro, que sois nacido lejos de la tierra maldita de Escocia y que aunque soldado, no os han conducido nuestras banderas á las guaridas de aquellos lobos. De lo contrario reconoceríais desde luego en estas mutilaciones la barbarie de Douglas el Diablo, ó el Conde Negro, como también le llaman. ¿Os hizo prisionero? , por mi mal.

Le expliqué, en breves palabras, lo que había descubierto en Italia, refiriéndole mi encuentro con el monje capuchino y nuestra curiosa conversación. Jamás le hablar de él a mi padre me dijo. ¿Qué clase de hombre es? Se lo describí lo mejor que pude, y le conté cómo lo había conocido en una comida dada en su casa, durante su ausencia en Escocia con la señora Percival.

Pero, quieras que no, tuvo que oírlo, de cabo a rabo, tan contundente, porque la señora no se mordía la lengua, y soltaba cada varapalo que escocía de veras, que Quilito dió un salto, al fin, y con el aire de un demente, prendido al enrejado de la cama, que sacudía como si deseara arrancarlo, gritó: , ¡he perdido, he perdido! ¿Y qué tenemos con eso?