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Lo que retengo en la memoria admirablemente es que Gloria me sirvió almíbar de azahar, diciéndome que era cosa exquisita, y que yo no lo encontré tanto, y que ella se enfadó y me dijo que era un simple y un desaborío, y que yo, para cortar la discusión, le dije que si me la sirvieran a ella en ese almíbar la comería, pero otra cosa, no; y que ella me respondió, riendo, que yo «era un gaditano con más conchas que un galápago». En cambio, cinco yemas de San Leandro, que me hizo comer una tras otra, me parecieron deliciosas, y alabé las manos de las monjas y a Dios, que las había criado.

¿De veras, chiquillo? De veras, María-Manuela. Toma una caña por la gracia. Venga la caña. Velázquez echó al aire el contenido, lo recogió con singular destreza y lo vació después en la boca sin perder una gota. ¡Eso sabrás hacer, desaborío! exclamó María-Manuela. En mis buenos tiempos sabía algunas cosas más manifestó el majo limpiándose con calma los labios. Pronto has venido á menos.

¡No me caigo, no, desaborío!... ¿Quieres ver cómo no se me doblan todavía las piernas?... Venga un tango, Luisillo, que voy á bailar á la salud de los novios y de toa la compañía. ¡Ole la niña graciosa!... ¡Viva tu boca, salero! gritaron entusiasmados los hombres. Y lo mismo ellos que ellas suspendieron sus pláticas para darse el gusto de ver á la que pasaba por primorosa bailadora.

Ya sabía ella que todo aquello era mojama y conversación de Puerta de Tierra. ¡Pues no faltaba más que dos gachós tan serranos se juntasen y se apartasen como dos perros callejeros! Andad, hijos, que las piedras de la calle os irán echando bendiciones. Soledad, no consientas más en la vida que ese desaborío te regale ligas. Ya te anuncié que habíais de reñir...

Parece mentira que usted sea de Cádiz. En cuantito venga Isabel, se lo planto en el pico. No hará usted tal, salerosa, porque yo me encargaré de desmentirla. ¡Yo de usted, desaborío! ¡Con esas patas tuertas y esos andares de aperador! Que se le quite, grandísimo gallego. «¡Vuelta con la gallegada», dije para mi, cada vez más inquieto.

Velázquez la tomó, se la echó en el bolsillo gravemente y guardó silencio. El otro, viendo que no quería seguirle el humor é inquieto por su actitud sombría, se apresuró á despedirse. Vaya, hijo, que pases buena noche... y otra vez no seas tan desaborío con los amigos que te aprecian. Adiós dijo Velázquez secamente.

El guapo abrió los ojos sorprendido. ¿Á quién? ¿Á quién ha de ser, desaborío? Á ella, á la mujer por quien penas. Obedeció, dando con los nudillos sobre la baraja y diciendo al mismo tiempo con voz apagada y temblorosa: «¡SoledadEstá bien dijo la maga tomando la baraja y formando con ella varios montoncitos. Contó de derecha á izquierda, y del quinto montón sacó una carta que dejó separada.

María tomó la guitarra que Pepe Vera le presentó de rodillas, y cantó: Más quiero un jaleo pobre, y unos pimientos asados, que no tener un usía desaborío a mi lado. A esta copla respondió un torbellino de aplausos, vivas y requiebros, que hicieron retemblar las vidrieras. Stein se puso rojo como la grana, menos de indignación que de vergüenza.

La entretenía con preguntas acerca de Málaga, a las cuales ella contestaba con marcada indiferencia, mirándome alguna vez con curiosidad, como diciendo para : «¿Quién será este desaboríoMe esforzaba en aparecer alegre y jacarandoso como los demás, y, sobre todo, en disimular el acento de mi país, adoptando otro, si no andaluz, castellano puro, al menos. No lo conseguía.

¡Un moreno bien desaborío!... tan desgarbadote y tan sucio... Creo que no tiene más gusto que escandalizar a ese pobrecito de Godofredo. ¡Desalmadote! ¡pordiosero! ¡Puhá! Y miraba al mismo tiempo con ojos coléricos a la mesa donde Adolfo Moreno seguía enfrascado en la lectura, muy lejos de pensar que en aquel instante excitaba la cólera de la prendera.