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El pobre nos siguió como un tonto... tuvo sus tentaciones de hablarnos, pero al cabo no se atrevió, e hizo bien. Hubiera sido una botaratada imperdonable en persona de tantas campanillas y tan corrido. La verdad es que se entusiasmó demasiado para jactarse de tan hastiado, desdeñoso e invulnerable. Hija mía, le diste flechazo.

Una viva terrible inquietud se apoderó de su espíritu. La escapatoria le iba pareciendo una ligereza cada vez más imperdonable. Aquella muchacha, ni tenía verdadera vocación de monja, ni llevaba trazas de tenerla jamás. Era un temperamento frívolo, malicioso, arrebatado, capaz de cualquier atrocidad. ¡Qué necedad la de haber cedido a sus instancias!

Sabe versos sueltos de él, como todos los españoles, pero no conoce el drama... o la comedia, lo que sea; porque, con perdón de Zorrilla, yo no si.... ¡Demonio de animal, me ha metido la cola por los ojos!... Sepárese usted un poco, porque este no sabe estarse quieto.... Pero dice usted que Anita no ha visto el Tenorio, ¡eso es imperdonable!

Si en la mano lo tuviese, hubiera hecho intervenir en el asunto a la autoridad civil. Pero no siéndome posible, me decidí a buscar a Paca. ¿Dónde? Yo, que había estudiado matemáticas, historia de España, patología interna y tantas otras cosas inútiles, ¡no sabía dónde vivía Paca! Renegué cien veces de mi imperdonable abandono, de mi descuido para aprender cosa de tan reconocida necesidad.

¡Vamos, señor Ángel, tenga usted mundo! exclamó Romadonga dándole palmaditas cariñosas en el hombro. Hoy la sociedad es muy distinta de cuando nosotros nos criamos. Lo que a nuestros padres les parecía imperdonable, ahora es cosa corriente... Mozo, échanos otra copa... Al contrario, en la actualidad se considera de mal gusto y hasta cursi esa virtud austera de nuestros mayores.

Pero ¿cómo puede denigrarnos un muerto? Y si un muerto puede denigrarnos, entonces, ¿no habremos cometido una ligereza al matar a Ferrer? Por mi parte, yo creo que, en efecto, hemos cometido una gran ligereza, un descuido imperdonable. En vano sus enemigos dicen que Ferrer no era un sabio ni un pedagogo.

Todas las esperanzas parecían ya perdidas, cuando un día M. Bernier diose un golpe en la frente y exclamó: ¡Pero si hemos cometido una falta imperdonable! ¡un error digno de colegiales! ¡y he sido yo! ¡yo mismo, cuando este hecho constituye una confirmación aplastante de mi teoría...! No lo dudéis, caballero: el auvernés está enfermo, y es preciso curarle a él para que sanéis vos.

Su tristeza sin tregua; su oculta vergüenza, con la que de continuo tenía que verse cara á cara, sin poder hallar alivio comunicándola y confiándose á una persona amiga; sus luchas de compasión y de desprecio por su marido y de amor y de odio por el Comendador; su horror del pecado que creía sentir sobre ella y que le pesaba como lepra asquerosa é incurable; su orgullo ofendido; su temor del infierno, al que á veces se creía predestinada, y su preocupación incesante de la suerte de Clara, á quien amaba con fervor y á quien en ocasiones aborrecía, como vivo testimonio de su más grave falta y de su más imperdonable humillación, habían influido lastimosamente sobre todos los órganos de aquella vida corporal.

Por grandes que sean nuestros pecados y nuestros crímenes, no tenemos derecho a condenarnos nosotros mismos ni a alejarnos de la Santa Iglesia por nuestra propia voluntad; sería un crimen aun más grande e imperdonable, porque de ese modo nos mezclaríamos en las decisiones del Juez Supremo.

Don Silvestre no se extrañaba tanto de la desvergüenza del elegante jugador como del eco que en la concurrencia hallaban sus torpezas; parecíale insoportable la impudencia del uno, pero mucho más imperdonable la aquiescencia de los otros.