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Ventura se confundió, vaciló, tembló, bajó los ojos admirablemente. Al fin dijo: ¿Cómo quieres que yo lo sepa, Gonzalo? ¡No mientas, Ventura! exclamó con ademán furioso. En el fondo sentía una alegría inmensa, infinita. Te digo la verdad... No lo sabía... Pero sospechaba algo... Por eso me asusté... Cuando entraste, estaba pensando en ir al cuarto de Cecilia, a ver si estaba en él...

Y como un eco de las reflexiones del rústico personaje, Karl, sentado en el salón ante el piano, entonaba á media voz un himno de Beethoven. «Cantemos la alegría de la vida; cantemos la libertad. Nunca mientas y traiciones á tu semejante, aunque te ofrezcan por ello el mayor trono de la tierra.» ¡La paz!... A los pocos días se acordó Desnoyers con amargura de estas ilusiones del viejo.

Es un amigo... Un amigo, ¡pues!... que lo distingo de los demás... que le tengo cierta simpatía... ¡Vaya por el amigo! exclamó bondadosamente el confesor. Y este amigo te escribe cartitas y las contestas á hurtadillas de mamá. No digas que no: no mientas... ¿Callas?

No, no quiero, exponiéndote a a un peligro y a que concluya de ese modo... No oyó más. Tuvo que aguardar a que llegasen al final de la calle y diesen la vuelta. Di que has estado en casa de esas viejas chochas y no mientas oyó decir a Amalia, al acercarse de nuevo. Te aseguro que estuve en el Casino. Nos hemos reunido los individuos de la junta para ver si se ha de decorar nuevamente el salón.

Pero cuando Fermín se alarmó fue al ver que don Pablo, cambiando de gesto y con una frialdad irónica, le preguntaba repetidas veces dónde había pasado el día anterior. ¿ crees que no lo ?... continuó. Nada de excusas, Fermín: no mientas. Yo lo todo. Un amo cristiano debe preocuparse no sólo de la vida de sus dependientes, sino de su alma.

Don Andrés comenzaba, como era de esperar. ¿Te parece bien lo que has hecho? Al ver que él, cobardemente intentaba mostrarse asombrado, asegurando que nada había hecho, que había venido a Valencia por un asunto insignificante, el viejo se indignó. No mientas: o somos hombres o no lo somos. debes sostener lo hecho, si te figuras haber obrado bien.

Viéndole tan activo, tan solicito, tan poseído de su papel de amo, me acometió un deseo punzante, que con dificultad logré reprimir, de preguntarle: «Vamos a cuentas, amigo mío: yo no dudo que amases entrañablemente a tu padre; pero si por un movimiento libérrimo y absolutamente secreto de tu voluntad pudieses resucitarle para entregarle de nuevo ese título y esa gran fortuna que ahora posees, ¿lo harías? ¡No mientas! ¿lo harías...?» Después de esto le he tropezado muchas veces en sociedad, saludado, acatado por todo el mundo.

La luna caia sobre los borbotones de agua y de espuma, y daba á la nube de agua que las fuentes arrojan, la diafanidad y el brillo del nácar, de la concha ó del cristal, mientas que en medio de las dos fuentes, emblemático y silencioso, se levantaba el monumento de otras edades, la creacion de otra raza, el peregrino de otras religiones, un viajero de otros climas, de climas remotos y poéticos; el obelisco de Loupsor, cerca del Cairo.

Pero pasando de la ternura a la cólera, con su vehemencia de impulsivo, se fijó en Fermín, como si hasta entonces, hablando de la fiesta, se hubiese olvidado de él. ¡Y no viniste! exclamó rojo de indignación, mirándole duramente. ¿Por qué?... Pero no hables: no mientas. Te advierto que lo todo. Y siguió hablando a Montenegro en tono amenazador.

Y si soy un miserable, ¿por qué me amas? ¡Don Juan! exclamó Dorotea con la voz trémula, ardiente, opaca, y la mirada ansiosa, fija, concentrada en los ojos del joven ; ¡don Juan! ¡mira no mientas involuntariamente! No, no; te amo dijo don Juan estrechándola contra su seno. Dorotea pugnó por desasirse. Sólo á ti amo murmuró el joven en su oído. Dorotea rompió á llorar.