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Despues la escena va cambiando á cada vuelta y revuelta del canal, y los mas variados cuadros de la naturaleza se suceden para encantar maravillosamente al viajero. La proximidad de las ciénagas se manifiesta en la verdura húmeda, la riqueza de la vegetacion y la abundancia de las aves acuáticas.

Ni siquiera Visitación le había hecho caso en su vida; jamás le había mirado con los ojillos arrugados con que ella creía encantar; no era desprecio; era que para las señoras de Vetusta, Bermúdez era un sabio, un santo, pero no un hombre. Obdulia había descubierto aquel varón, pero había despreciado en seguida el descubrimiento.

Y Echeloría, por su parte, a más de encantar a Mutileder con los cantares que sabía entonar, le había hecho una honda de pita, tan llena de sutiles y primorosas labores, que él se quedaba horas enteras embobado contemplando la honda.

En efecto estas artes son para encantar los sentidos con la armonía de aquella música con que el Orador canta mejor que predica, y no hemos de dexarnos llevar de sombras, sino de realidades. Salvian. de Judic. & Provid. Dei in Prooemio, pág. 28. Bibl. Vet.

Pero nadie se acercaba tampoco. Los habitantes de la villa estaban todos recogidos en los cafés y teatros, o bien en sus hogares haciendo bailar a sus hijos sobre las rodillas al amor de la lumbre. Seguía cayendo la nieve pausada y copiosamente, decidida a prestar asunto al día siguiente a todos los revisteros de periódicos para encantar a sus aficionados con una docena de frases delicadas.

El lujo, el excesivo ornato, el loco deseo de dar al artificio lo que debe ser obra de la naturaleza; más claro, el extravagante y loco deseo de encantar al hombre, presentándose á sus ojos con el ridículo atavío de una muñeca, cuando Dios no ha dado aquel encanto á la muñeca, sino á la mujer, es positivamente lo que ha causado más desgracias en este mundo, y desgracias las más irremediables y lastimosas.

A los amantes á ganar el favor de las damas, y á éstas á encantar á sus galanes, y á unos y á otras á burlar con engaños, astucias, sobornos y libertinaje el celo que ponen los padres en que se guarden las leyes de la decencia y del decoro. ¡Buenas lecciones aprenden las jóvenes inocentes averiguando la mejor manera de tomar cartas amorosas, y contestarlas cuanto antes; de excitar y provocar á los enamorados, fingiendo frialdad, á que extremen más sus pretensiones; á valerse de las confidencias de las criadas; á hablar á los galanes por la ventana, introducirlos en su casa y esconderlos astutamente, y al término de todo esto una boda venturosa para que no sientan miedo ni horror ni al principio, ni al medio, ni al término de sus amoríos! ¡Máximas tan cristianas y tan santas como la de que es preciso ser atrevido para amar y ser amado, sin temer nunca que nos falte ingenio ni capacidad para obtener el triunfo, como en la titulada El amor hace discretos; ó que no ha de amedrentarnos ningún obstáculo, como en la de El amor hace milagros; ó que se debe batallar con empeño contra los desengaños, como en la titulada Porfiando vence amor; por último, que se han de desatender los lazos de la sangre, los deberes que hemos de cumplir, la gratitud, la sana razón, las inspiraciones de la conciencia y todo lo demás de igual índole por obedecer esa máxima tan sensata, tan cristiana y tan política de que Antes que todo es mi dama!

Es uno de tantos juguetes de la hidrografía de Suiza, propios mas bien para encantar al viajero que para servir al comercio y la navegacion.

La infantil docilidad del criado pareció encantar a su verdugo, que le palmoteó la espalda con mano de plomo, exclamando: Eres un buen garzón, villano. Vete corriendo a buscar dos botellas del mejor vino de Borgoña que encuentres, y trae dos vasos. Quiero que también bebas por las glorias del rey de Francia.

Ni la carcajada de Lola, ni la sonrisa burlona de las otras damas consiguieron extinguir la emoción gratísima que el vivo interés de su amada le hizo experimentar. Ramoncito Maldonado se hallaba en el otro coche acompañando a Esperancita, a su madre y a otras damas y damiselas a quienes tenía el decidido propósito de encantar con su plática.