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Los anteriores recuerdos nos los acentuó el baile de Sariaya, en el que vimos muchas de las dalagas que figuraron en el verídico episodio que hemos narrado, encontrándose entre ellas la protagonista, que aquella noche nos demostró que lo mismo sirve para correr la posta, que para entonar un cadencioso cundiman, ó bailar un característico balitao. A las dos de la madrugada concluyó el baile.

Como él no hay otro en la Guardia Blanca. ¡Que cante, que cante! ¡Alto ahí! dijo entonces el capitán Golvín. Para entonar unas trovas como Dios manda nadie mejor que el mocetón éste. Y al decirlo puso la mano en el hombro de Tristán. Muy cierto es, que á bordo del galeón parecía rugir la tempestad cuando él cantaba "Las campanas de Milton." Ó "La Molinera de York." ¡Anda, Tristán!

Ramiro experimentó como nunca la religiosidad de esa hora en que los campanarios se revisten de oro y de grana para entonar la angélica salutación; y pensó que se hallaba acaso entre dos seres de una fe diferente a la suya, entre dos falsos conversos. ¿Rezarían con él las avemarías? El y ellos callaban.

No hubo truenos, ni combates entre las nubes, ni el mar se desgarró. De improviso, una gran tinta cenicienta cerró el horizonte por todos lados; nos vimos envueltos en aquel fúnebre sudario, sin quedar por eso completamente á obscuras, y descubriendo un mar aplomado y blanquizco, aborrecible y desolador por su monotonía furiosa, sin entonar más que una nota.

Pez era el encargado de llevar a la señora de Bringas al domicilio conyugal a las doce o la una de la noche, y por el camino, que desde el primer trozo de la calle de Atocha a Palacio no es muy largo, rara vez dejaba D. Manuel de entonar la jeremiada de sus disturbios domésticos. Cada noche relataba episodios más lastimosos, y conseguía mover borrascas de compasión en el pecho de Rosalía.

Como un misterioso nigromante que por arte satánica evoca de la region de las sombras, contrastando con el general espanto, deliciosos cuadros que mienten los placeres del Paraiso, así la arquitectura sarracena, ese Cástor valiente é impostor de la España árabe, hace surgir antes de entonar el Califato su himno de muerte, creaciones incomparables, tales que despues de volverse á hundir en la sima de la nada, las han de tener por fabulosas las generaciones venideras.

Al paso que adelantaba la faena, iban saliendo a luz las bellísimas facciones, dignas del cincel antiguo, coloreadas con la pátina del sol y del aire; y los bucles, libres de estorbos, se colocaban artísticamente como en una testa de Cupido, y descubrían su matiz castaño dorado, que acababa de entonar la figura. ¡Era pasmoso lo bonito que había hecho Dios a aquel muñeco!

Desde su trono el mundo levantará su frente para entonar un himno, un himno en tu loor ¡Gloria para la patria ya libre e independiente que luce a cuatro vientos la enseña tricolor! Un amor acendrado ¡oh patria! por ti siento. Tuyos son mis laureles; es tuya mi ilusión. ¡Libre desea verte el claro entendimiento! ¡Libre desea verte el noble corazón! Poeta nuevo. Ha escrito poco.

Argensola sabía tanto como él, pero contestó con autoridad: «Seguramente; es cosa decididaEl viejo se puso de pie: «¡Viva Inglaterra!» Y acariciado por los ojos admirativos de su esposa, empezó á entonar una canción patriótica olvidada, marcando con movimientos de brazos el estribillo, que muy pocos alcanzaban á seguir. Los dos amigos tuvieron que emprender á pie el regreso á su casa.

¡Qué cosas dices, Magdalena! repuso Antonia en son de reprensión cariñosa. La verdad. Quien pronto podrá burlarse de en el salón y aniquilarme con sus sarcasmos y coqueterías no procede de un modo muy noble persiguiéndome hasta mi cuarto para entonar en mi presencia un canto anticipado de triunfo. ¡Cómo! ¿Me despides, Magdalena? preguntó Antonia, con los ojos preñados de lágrimas.