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La amenazadora expresión de su ceño, la prominencia de su frente abultada y aquel mirar hosco daban a su cabeza semejanza con la espantable testa del toro jarameño cuando aparece en el circo, y reconoce con su mirar de fuego el ansioso público, y parece que él mismo, antes de empezar la lidia, se espanta de la barbarie que se prepara. La nariz de Nazaria se infló hasta no poder más.

Quedose contemplando, sin saber por qué, la testa del toro, y el recuerdo más penoso de su vida profesional acudió a su memoria. Era una satisfacción de vencedor tener en su despacho, visible a todas horas, la cabeza de aquella mala bestia. ¡Lo que le había hecho sudar en la plaza de Zaragoza! Gallardo creía a aquel toro con tanto saber como una persona.

No fué escrupuloso ni perezoso don Cleofás, y ejecutando lo que el espíritu le dijo, hizo con el instrumento astronómico gigote del vaso, inundando la mesa sobredicha de un licor turbio, escabeche en que se conservaba el tal diablillo, y volviendo los ojos al suelo vió en él un hombrecillo de pequeña estatura, afirmado en dos muletas, sembrado de chichones mayores de marca, calabacino de testa y badea de cogote, chato de narices, la boca formidable y apuntalada en dos colmillos solos, erizados los bigotes; los pelos de su nacimiento ralos, uno aquí y otro allí, a fuer de los espárragos, legumbre tan enemiga de la compañía que, si no es para venderlos en manojos, no se juntan.

Por mis venas corre sangre de mártires malayos... ¿Quién dijo que con balas o cadenas puede atajarse el vuelo de los rayos? Se ha de inclinar su testa coronada bajo el verbo de gloria que pregono, ¡que es más grande mi pluma que su espada! ¡y hay más fuerza en mi pecho que en su trono! Pero no has de temblar, ¡oh dulce amada, Luz de mis ojos, paraiso mío!

Hácese con la continuacion á percibirlos de manera, que no exâmina en toda aquella edad lo que le sucede quando percibe semejantes objetos, ni está dispuesto su entendimiento para hacer este exámen. Quintilian. Instit. Testa diu. Horat.

Al paso que adelantaba la faena, iban saliendo a luz las bellísimas facciones, dignas del cincel antiguo, coloreadas con la pátina del sol y del aire; y los bucles, libres de estorbos, se colocaban artísticamente como en una testa de Cupido, y descubrían su matiz castaño dorado, que acababa de entonar la figura. ¡Era pasmoso lo bonito que había hecho Dios a aquel muñeco!

Siempre que hablaba Ferragut, le interrumpía el tío Caragòl maquinalmente para decir: «Así es, mi capitánPor primera vez dejó de mover la cabeza y de sonreír con su cara de sol. Estaba pálido y sombrío. Hizo con su redonda testa un signo enérgico y dijo lacónicamente: No, mi capitán. Ante la mirada de asombro de Ulises, creyó necesario explicarse.

Suenan gorjeos y suenan campanas. Desde la ciudad, carretera arriba, marcha un hombre gordo, bermejo y sudoroso, que luce, en el sol mañanero, una perilla de plata mate, como de aluminio. Síguenle otro hombre y un mozuelo, entrambos de blusón blanco, con sendas banastas sobre la testa.

Porque eso es lo principal dijo sonriente el señor Colignon, procurando rebajar el diapasón dramático de la escena a un tono más cuoloquial y tranquilo. Belarmino permanecía baja la testa, de precoz calvicie; un haz de luz venía al soslayo a clavarse en ella, como una espada en la cabeza de un mártir.

Escuchaba riendo las chanzonetas pesadas y groseras de Tomás; bromeaba con Ángela, dejando deslizar siempre que podía alguna lisonja, que en el campo, como en la ciudad, producen admirables efectos; contaba anécdotas picantes a Rafael, y le proveía de tabaco; hablaba del tiempo y las labores al criado, una especie de animal tardo y perezoso como el buey y con la testa casi tan dura.