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Para atraerle se hizo discreta; para retenerle, dulce; para seducirle, codiciable; para enloquecerle, sensual; le alentó con esperanzas, le exasperó con desdenes, le irritó con coqueterías, le animó con favores, y luego, de repente, sin transición; le puso a raya, resistiendo arrepentida y esquiva lo que acababa de conocer enamorada y vehemente.

En los murmullos de las damas había súplicas en quejidos, coqueterías sin sexo, otras con él, aunque honestamente señaladas; Glocester, que fingía atender a lo que le decían los pollos insulsos, devoraba con el rabillo del ojo a los del grupo. «No cabía duda, le estaban suplicando que se quedase a comer». Terminó el conciliábulo, salieron Obdulia y Visitación, corriendo, alborotando, haciendo alarde de la confianza con que trataban a los marqueses, y los jóvenes se despidieron.

No era presumida, ni tampoco descuidada en su persona; no se la podía tachar de desenvuelta, ni tampoco de huraña. Coqueterías, jamás en ella se conocieron.

Como no podía enfadarse, Laura se rió de la malicia de su hermana... Y su hermana, tomando esta risa por su aceptación de la apuesta, exclamó triunfante: ¡Aceptas!... ¡Pues ya verás!... Pero tendrás que ayudarme en todo... Yo fingiré novios y coqueterías, ¡y vas a desmentirme!... En cambio yo no me cansaré de hacerte «réclame», insinuando tus condiciones de hacendosa y casera... ¿Estamos?... ¡Pues ya verás!...

Estaba ojerosa, pálida y muy abatida. Como D. Evaristo se preciaba de saber algo de medicina, tomole el pulso. «Si está usted como un reloj, hija. Si no tiene fiebre ni ese es el camino... ¡Bah!, coqueterías... un poco de rabietina y nada más. Y que está usted guapísima con ese pañolito, ya, ya. No se le ven ni el pelo ni las orejas.

De Pas respondía con mal disimulado despego a las coqueterías de Obdulia y no le agradecía siquiera el holocausto que le estaba ofreciendo de los obsequios de Joaquín Orgaz que ella desdeñaba con mal disimulado énfasis. A Joaquinito le llevaban los demonios. «Aquella mujer era una... tal... y lo decía en flamenco para sus adentros.

Dirigió a Josefina en voz baja dos o tres palabras que, según el movimiento con que las acompañó, debían ser: «¿Qué tal esto?». Y la de García alzó los hombros de un modo imperceptible, que claramente significaba: «Psh.... Un dramón muy cursi y muy populachero». Definida así la situación, Baltasar tomó familiarmente el abanico de la joven, y mientras lo cerraba y abría y le daba vueltas como para informarse bien del paisaje, se entabló una de esas conversaciones íntimas, salpicadas de coqueterías, de reticencias, de miradas intensas y cortas, de ahogadas risas, diálogos en que reina dulce abandono, que no serían posibles mano a mano y en la soledad, y nunca se producen mejor que entre el tumulto de un sitio público, ante miles de testigos, en el desierto de las multitudes.

Oye, Feli, no nos pongamos tontos. ¿A qué ir con disimulos y coqueterías, como si nos viésemos ahora por primera vez?... Yo te quiero; me quieres; los dos nos queremos. ¡Me parece que más sencillo!... No hay otra diferencia entre nosotros, que , como mujer, eres más lista en asuntos de amor y te has enterado antes de la verdad.

Después le dijo á doña Clarita que era una loca; que ya estaba cansao de sus coqueterías ... cosas del viejo, porque ella, la pobre ... por fin le dijo que la iba á mandar á casa de esas tres viejas para que la corrigieran y la enseñaran á buen vivir. Pero ¿por qué causa mi tío la llama loca? ¿Qué ha hecho? Naa; pero el amo dice que las ideas del día ...

Deseaba advertir a su esposa que le disgustaban las conferencias con el Duque, sus apartes, sus muecas y sonrisas que iban ya tomando carácter de verdaderas coqueterías. Pero conocía por experiencia a Venturita, y se temía a mismo.