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Y como fuesen derramados y grande espacio unos de otros, un indio destos que delante iba, ya que llegaron junto á la quebrada de la leña y arroyo do la paja alta era, vió los enemigos que estaban emboscados; los cuales, como los viesen asomar, dejáronse todos caer sobre la paja, pensando que los habian visto.

Temblaban de miedo al entrar en ciertas gargantas en cuya oscuridad brillaba el fogonazo y silbaba la bala, al no obedecer ellos al ¡boca abajo! de los guardias emboscados. Algunos compañeros habían muerto en estos malos pasos. Además, los enemigos se vengaban de las largas esperas al acecho y de la inquietud que les inspiraban los caballistas, dando tremendas palizas a los de a pie.

Hombre o demonio decía , quienquiera que seas, apiádate de y no me atormentes sin fruto. ¿Cómo había yo de imaginar, al volver esta tarde desde mi caserío al pueblo, que no dista más que un cuarto de legua, que había de topar contigo y con tu compañero, emboscados entre las mimbreras del arroyo del Hondón, y que me habíais de traer por fuerza a este lugar?

La delicadeza y la elegancia del príncipe republicano parecían irritarlas. Repetidas veces oyó ella al pasar palabras gruesas contra los «emboscados». La idea de que su hermano, que no era francés, estaba batiéndose, le hacía aún más intolerable la situación de Lacour. Tenía por novio á un «emboscado». ¡Cómo reirían sus amigas!...

Incorporado en la cama, pasó largas horas en horrorosa cavilación. Allí fue el amenazador levantamiento de su conciencia, allí la reyerta encarnizada entre ciertas ilusiones suyas y ciertos temores que aparecieron de improviso como enemigos emboscados acechando la ocasión.

Se esparcía rápidamente la noticia de aquellos amores: circulaba de boca en boca, considerablemente aumentado, el relato de la expedición por el río, los paseos por entre los naranjos; las noches que pasaba Rafael en la casa de doña Pepita, entrando a obscuras y descalzo como un ladrón; las siluetas de los amantes, destacándose en la ventana del dormitorio, abrazados por el talle, contemplando la noche: todo visto por gentes dedicadas por voluntad al espionaje, para poder decir «yo lo he presenciado» y que pasaban la noche ocultos en un ribazo, emboscados tras una cerca para sorprender al diputado, a la ida o la vuelta de sus citas de amor.

En vista de lo cual doña Inés aconsejó a Juanita que desconfiase de sus bríos y que no se juzgase muy aprovechada y segura de su poder sobre la plebe sediciosa ni muy adelantada en el camino de la perfección, pues aunque siguiese el camino, bien podían estar emboscados cerca de él y salirle al encuentro ladrones, que intentasen robarle la joya de la castidad.

Ella, seguida de su madre, acompañaba al herido para que pasease por el Bosque. Sus miradas se volvían fulminantes cuando, al atravesar una calle, automovilistas y cocheros no retenían su carrera para dejar paso al inválido... «¡Emboscados sin vergüenza!...» Sentía la misma alma iracunda de las mujeres del pueblo que en otros tiempos insultaban á René viéndole sano y feliz.

Los pocos que dieron en perseguirlos retrocedieron á toda prisa al llegar á la cañada y oir las cornetas y atabales que allí tocaban furiosamente los veinte arqueros emboscados al efecto. Los perseguidores, como lo había previsto el barón, creyeron que una gran fuerza inglesa, quizás todo el ejército del Príncipe Negro, había tomado posesión de aquellas alturas.

Cuando los escuadrones se acercaban al bosque, mientras lo flanqueaban las mangas de mosqueteros, salió á limpiar los pozos una sección de gastadores, y los berberiscos emboscados tuvieron que avanzar antes de lo que querían, cargando la caballería con alaridos espantosos tres veces, á pesar del destrozo que hizo en ellos la arcabucería.