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Y realmente ¡cuan peligroso seria en un juez un sistema de investigacion llevado hasta la incredulidad y el escepticismo! ¡Cuan insuperables serian las trabas que opondria al curso de la justicia una conciencia incontentable, que desconfiase de la razon, y protestase contra sus fallos!...

En vista de lo cual doña Inés aconsejó a Juanita que desconfiase de sus bríos y que no se juzgase muy aprovechada y segura de su poder sobre la plebe sediciosa ni muy adelantada en el camino de la perfección, pues aunque siguiese el camino, bien podían estar emboscados cerca de él y salirle al encuentro ladrones, que intentasen robarle la joya de la castidad.

En tal situación prosiguió doña Clara , habiendo tomado la reina en su apuro vuestro nombre, siendo muy posible que el rey desconfiase y os llamase y os preguntase, la reina, con las lágrimas en los ojos, me suplicó que la salvase; era preciso que yo os llamase; que os hablase á solas en las altas horas de la noche en mi aposento, que os revelase toda una sucesión de misterios... yo creía que todo aquello era necesario para salvar á su majestad, y... me sacrifiqué; me dije: «él se me ha mostrado ciegamente enamorado... le propondré que se case conmigo... Si acepta, al momento, al momento...», y se preparó todo... Me vestí de boda y os esperé anhelante... anhelante por consumar el sacrificio.

Cuando revelé a la señora de Maubán las ofertas que me había hecho Ruperto, no se mostró admirada; ella misma había aconsejado a Miguel que desconfiase de Ruperto, aun en los momentos en que me escribía rogándome que la rescatase del poder de ambos.

Con dicha esperanza escribo esta carta, y confío en que no me comprometerá usted abusando de ella; mas aunque desconfiase, de nada tendría miedo. Podría usted causarme el mayor daño y me sería menos insufrible que su empeño de reanudar relaciones. Rotas están para siempre y nada temo por . Temo por usted y le aconsejo que se vaya cuanto antes a Europa.

Y además, reflexione, si ese señor desconfiase de las nuevas proposiciones modificadoras de las convenciones, ¿sería bien hecho de nuestra parte llevar la duda al alma de María Teresa? Ella cree en ese hombre, ella lo ama... Querido señor, le suplico que haga sin vacilar lo que le aconsejo. Pero, ¿qué será de ti, hijo mío? ¡yo te despojaría!