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Y brotaron lágrimas de sus ojos, semejantes a las de Juan, originadas por un mismo dolor secreto; lágrimas del esclavo de las leyes, de las convenciones sociales, que siente sus cadenas, sufre las heridas que ellas causan y llora su libertad. Cuando algunas horas después, Juan bajó a comer, en el umbral del salón se sintió desfallecer.

Pero ¿cómo ni por qué contrarrestar los impulsos vitales con que la naturaleza nos advierte que por encima de nuestros mezquinos intereses están los suyos, que esas convenciones que llamamos sagradas son cosas para ella absolutamente despreciables?

¡Ay, hija mía! No hay frase más vacía de sentido. Según Braulio, que lee muchos librotes en los ratos de ocio, lo menos lleva ya el género humano doce mil años de civilización. ¿Dónde habrá ido a parar el legítimo y puro natural impulso, después de tanto jaleo de creencias, leyes, doctrinas, costumbres, usos, modas y convenciones sociales?

Sepan los hombres que la felicidad no es la riqueza, ni el oro, ni el poder de los dioses. No es tampoco la pompa del rango supremo, ni los lazos mentirosos de las convenciones sociales, ni las rigurosas reglas de una hipócrita ley. En la alegría como en la tristeza, sólo existe para el hombre una fuente de felicidad: ¡el amor!».

Es necesario tener siempre en cuenta la materia de que somos formados y la poca influencia que tienen sobre ella, en momentos especiales, los hábitos y convenciones nacionales.

Os pregunto, querida, si tenéis la simpleza de tomar en serio las viejas rutinas sociales, las tontas convenciones de nuestros padres... ¡y en especial el matrimonio! ¿A dónde vamos a parar, amado Julio?

¿Cómo era posible que la joven se hubiera echado en brazos de un hombre que jamás había sido firme en sus afectos? Desconocer las leyes, las convenciones, las preocupaciones sociales era demasiado natural, en ciertas condiciones del espíritu, bajo la influencia de ciertos ejemplos, por la eficacia de una prédica asidua.

El proceder era tanto más lícito, cuanto que en mi ausencia el señor de Bevallan había abusado de la inexperiencia de mi excelente amiga la señora de Laroque, y de la inexperiencia de mi colega de la villa vecina, para hacerse asegurar ventajas exorbitantes. Sin separarme de la letra de las convenciones, conseguí modificar sencillamente su espíritu.

Después de lo cual, joven me dijo le deseo una buena noche, mientras yo voy á ocuparme en despejar el terreno delicado de las convenciones preliminares, á fin de que el carro interesante del matrimonio llegue á su término sin inconvenientes. Hoy á la una del día se reunirán en el salón con el aparato y concurso acostumbrados, para proceder á la firma del contrato.

María bajó consternada la cabeza. Al cabo de un rato pudo articular débilmente: No me entiendes, Ricardo, ni yo te entiendo tampoco. Para juzgar las cosas de este mundo nos colocamos en puntos de vista muy distintos. miras por el cristal de las convenciones establecidas por los hombres y yo únicamente por la de la ley de Dios.