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; era posible que se salvase: enfermas más graves que ella recobraban la salud. Pero su vida estaba en peligro de extinguirse por asfixia cada vez que sufría un ataque. Nada podía él afirmar. Transcurrió una semana sin que volviesen a verse. Una mañana se encontraron en la Puerta del Sol.

37 Perseguiré a mis enemigos, y los alcanzaré, y no volveré hasta acabarlos. 38 Los heriré, y no podrán levantarse; caerán debajo de mis pies. 40 Y me diste la cerviz de mis enemigos, y destruí a los que me aborrecían. 41 Clamaron, y no [hubo] quién [se] salvase; [aun] al SE

Tenía visiones divinas, como la de Jamaica, en la que le habló Dios en persona, y al mismo tiempo afirmaba: «El oro es excelentísimo, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo; tal es su poder que echa las almas al Paraíso». Emprendía sus viajes en nombre de la Santísima Trinidad, afirmando que su obra era «lumbre del Espíritu Santo», pues lo enviaba a la India para que esparciese el Evangelio y salvase las almas, y luego proponía la venta de indígenas hasta que diesen una renta de cuarenta millones anuales.

Con esta heróica resolucion enarboló por estandarte un Santo-Cristo, y con tan sagrada efigie exhortaba á los españoles y reprendia á los rebeldes: mas estos, despreciando aquellos divinos auxilios que les franqueaba el Todo-Poderoso por mano de su ministro, repetian los golpes con un diluvio de piedras; y aunque los nuestros por siete dias continuos hicieron prodigios de valor y de constancia, no solo rechazando los furiosos esfuerzos con que eran acometidos por aquella canalla, sino hiriendo y matando á muchos, cediendo ya las fuerzas á la obstinada porfia y número desigual de los contrarios, y hallándose fatigados de la hambre y de la sed, con total falta de pólvora y balas, y sin llegar el auxilio que repetidas veces habian pedido al Comandante Militar y Audiencia de la Plata, distante solas 30 leguas, determinaron por último remedio retirarse al templo, creyendo que el respeto debido á la casa de Dios fuese la mas inespugnable fortaleza, que les salvase las vidas.

Temió una traición de aquella gata; temió, así Dios le salvase, un tremendo mordisco sobre la yugular, una sangría suelta... pero al retroceder con un ligero esfuerzo, sintió sobre la nuca el peso de dos brazos que le apretaban con tal especie de ahínco, que no podía confundirse con la violencia ni el dolo malo; y acabó de entender, con gran sorpresa, de qué se trataba, cuando oyó un gemido ronco y mimoso, de voluptuosidad soñolienta, imperativa en medio del abandono, gemido que él conocía perfectamente y cuyo significado no podía confundirse con nada.

En tal situación prosiguió doña Clara , habiendo tomado la reina en su apuro vuestro nombre, siendo muy posible que el rey desconfiase y os llamase y os preguntase, la reina, con las lágrimas en los ojos, me suplicó que la salvase; era preciso que yo os llamase; que os hablase á solas en las altas horas de la noche en mi aposento, que os revelase toda una sucesión de misterios... yo creía que todo aquello era necesario para salvar á su majestad, y... me sacrifiqué; me dije: «él se me ha mostrado ciegamente enamorado... le propondré que se case conmigo... Si acepta, al momento, al momento...», y se preparó todo... Me vestí de boda y os esperé anhelante... anhelante por consumar el sacrificio.

De repente veo delante de la muralla, un bastión, la puerta de la ciudad cerrada. Entonces, alucinado, sintiendo detrás de rugir la turba, abandonado de todo socorro humano, me acordé de Dios. Creí en él, gritándole que me salvase: y mi espíritu iba tumultuosamente recordando, para ofrecerle fragmentos de oraciones, de «Salves, Credos», que yacían en el fondo de mi memoria.

Recemos una Salve por el descanso de esos pobres marineros ahogados. Estaba de Dios que ellos pereciesen y que el amo se salvase. Las dos rezan a media voz, con un bisbiseo devoto y confuso, que se junta en las sombras de la capilla al chisporroteo de las velas.

En efecto: por lo mismo que en tal caso admitiríamos la propiedad infinita, podríamos admitir tambien todo lo que fuese necesario en la substancia para que en ella se radicase dicha propiedad, con tal que se salvase el carácter de finito que debe siempre tener toda criatura.

El citado Al-Makkarí, copiando á otros historiadores árabes, hace un curiosísimo relato del modo maravilloso como esquivó la muerte el fundador del Califato de Occidente, burlando las pesquisas de los emisarios de As-Seffáh, atravesando á nado el Eufrates con su hijo, y llegando á la costa de Africa, donde la profecía de un astrólogo judío, que determinó su nombre y sus señas personales, fué causa á un mismo tiempo de que el gobernador Ibn Habib intentare matarle, y de que el descendiente de Merwan se salvase.