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La luz opaca del farol, filtrándose a través de la cortinilla de azul tafetán; el gris uniforme y mate del forro, que parecía blanquecina colgadura; el silencio, la atmósfera reposada, sucediendo a la claridad brutal y a la confusa batahola del fondín, convidando estaban a apacible sueño y sosiego. Desabrochó Lucía la goma de su sombrero, colocándolo en la red.

Don Federico, aquí, aquí; junto al fuego, que está convidando. Sepa usted que la enferma ha cenado como una princesa y ahora está durmiendo como una reina. Va como la espuma su cura, ¿no es verdad, don Federico? Su mejoría sobrepuja mis esperanzas. Mis caldos opinó con orgullo la tía María Y la leche de burra añadió por lo bajo fray Gabriel. No hay duda repuso Stein , y debe seguir tomándola.

El balcón, abierto, dejaba ver las obscuras masas del arbolado del jardín; las estrellas brillaban convidando a dulces meditaciones; ardían los cirios ante Pilar, y en la fachada de Artegui se veía luz al través de unas cortinas.... Bajar diez escalones, y encontrarse en el jardín; atravesar el jardín, y encontrarse sobre un pecho amante que para ella era cera suavísima, acero para sus enemigos.... ¡Horrible tentación!

Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.

Era una la de comerse las obleas, que con su provocativa blancura y encendido rojo le estaban convidando desde un bote de hojalata, y aun cuando sería más glorioso para nuestro héroe vencer el goloso capricho, la sinceridad obliga a declarar que alargó el dedo humedecido en saliva, y fue pescando una, dos, tres, hasta zamparse cuantas encerraba el bote.

Puedo decirte cómo es el paisaje lo mismo que si lo estuviera viendo... ¡Es decir, lo estoy viendo, lo estoy viendo de veras! Mira aquí debajo la Puerta de Hierro, las encinas del Pardo que se extiende hasta las faldas del Guadarrama. ¡El Guadarrama! ¡Qué hermosas montañas de color violeta...! Y el cielo, el cielo azul encima, profundo, inmenso, convidando a volar por él.

Y de sus bóvedas altas y tupidas, rasgadas a veces por singular capricho para que se viese el cielo, bajaba más grata frescura, un silencio más religioso que de las naves de piedra de nuestras iglesias góticas. La luz, entrando con esfuerzo al través de aquella múltiple celosía, caía sobre el césped discreta, misteriosa, llena de exquisita dulzura, convidando a las emociones profundas y suaves.

Todas sus ganancias se le iban por entre los dedos, frecuentando mucho los cafés en sus ratos de descanso, convidando sin tasa a los amigos y dándose la mejor vida posible en las poblaciones que visitaba. A los funestos resultados de este sistema llamaba él haber nacido con mala sombra.

No es frondoso y quebrado como el Retiro, ni presenta variación de ninguna clase; es una línea recta que se prolonga indefinidamente con cierta severidad clásica y municipal convidando a los graves y tranquilos sentimientos. La línea recta tiene también sus encantos, por más que yo prefiera la curva, como ya he tenido el honor de decir en tres distintas ocasiones.

Respondió don Quijote: -Has de saber, Sancho, que este barco que aquí está, derechamente y sin poder ser otra cosa en contrario, me está llamando y convidando a que entre en él, y vaya en él a dar socorro a algún caballero, o a otra necesitada y principal persona, que debe de estar puesta en alguna grande cuita, porque éste es estilo de los libros de las historias caballerescas y de los encantadores que en ellas se entremeten y platican: cuando algún caballero está puesto en algún trabajo, que no puede ser librado dél sino por la mano de otro caballero, puesto que estén distantes el uno del otro dos o tres mil leguas, y aun más, o le arrebatan en una nube o le deparan un barco donde se entre, y en menos de un abrir y cerrar de ojos le llevan, o por los aires, o por la mar, donde quieren y adonde es menester su ayuda; así que, ¡oh Sancho!, este barco está puesto aquí para el mesmo efecto; y esto es tan verdad como es ahora de día; y antes que éste se pase, ata juntos al rucio y a Rocinante, y a la mano de Dios, que nos guíe, que no dejaré de embarcarme si me lo pidiesen frailes descalzos.