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Pero entonces llevaría turbante y chinelas amarillas, como el moro que yo vi hace treinta años cuando fui a Cádiz: se llama el moro Seylan. ¡Qué hermoso era! Pero para , toda su hermosura se le quitaba con no ser cristiano. Pero más que sea judío o moro, no importa: socorrámosle. Socorrámosle aunque sea judío o moro repitió el hermano. Y los dos se acercaron a la cama.

Marcha delante, enséñanos el atajo hasta Cebre. ¿No lo sabe el señorito? tal, pero a veces me distraigo. Como ya dos veces había repicado la campanilla y los criados no llevaban trazas de abrir, las señoritas de la Lage, suponiendo que a horas tan tempranas no vendría nadie de cumplido, bajaron en persona y en grupo a abrir la puerta, sin peinar, con bata y chinelas, hechas unas fachas.

Todos mis conciudadanos me brindaban presentes como un ídolo sobre el altar: unos, odas votivas, otros, mi monograma bordado en pelo; algunos, chinelas o boquillas, y todos, su conciencia.

No traía chinelas, sino zapatos de dos suelas, colorados, con unas calzas que no se le parecían, sino cuanto por un perfil mostraban también ser coloradas.

Sus distintivos son: hablar más ó menos el español, calzar botitos en las grandes solemnidades; medias, con bordadas chinelas en las medias fiestas, y pié desnudo resguardado por pintado zueco, en lo ordinario; viste estrecho tapiz, con la abertura atrás, permitiéndose algunas veces, saya suelta, la que invariablemente es de seda, completando su atavío, ternos más ó menos costosos y piñas más ó menos bordadas.

Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando, por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto; pero no sólo no lo supo, pero, añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto; y, levantándose en pie, se puso unas chinelas, por la humedad del suelo, y, sin ponerse sobrerropa de levantar, ni cosa que se pareciese, salió a la puerta de su aposento, a tiempo cuando vio venir por unos corredores más de veinte personas con hachas encendidas en las manos y con las espadas desenvainadas, gritando todos a grandes voces: ¡Arma, arma, señor gobernador, arma!; que han entrado infinitos enemigos en la ínsula, y somos perdidos si vuestra industria y valor no nos socorre.

Y viendo que los ojos del viejo se llenaban de lágrimas, puso sobre su cabeza el tampipi y bajó apresuradamente las escaleras. Sus chinelas resonaban alegremente sobre las gradas de madera.

Hablé con la tal Leonor, Como si fuera en mi empleo, Estando en larga oración La retórica lacaya, Y ella, á manera de maya, 435 Serena toda facción. Díjela que me tenía Sin alma Leonor la bella; Que hacía un mes que la huella De sus chinelas seguía; 440 Y que bailando en el río De la castañeta al son, Me entró por el corazón Y por toda el alma el brío.

Pues yo te juro, Isabel, Que por quererte, desprecio La más hermosa mujer, 1395 Donaire y entendimiento Que tiene aqueste lugar; Porque más estimo y precio Un listón de tus chinelas Que las perlas de su cuello. 1400 Más precio en tus blancas manos Ver aquel cántaro puesto, Á la fuente del Olvido Pedirle cristal deshecho; Y ver que á tu dulce risa 1405 Deciende el agua riyendo, Envidiosa la que cae De fuera á la que entra dentro; Y ver cómo se da prisa El agua á henchirle de presto, 1410 Por ir contigo á tu casa, En tus brazos ó en tus pechos, Que ver como cierta dama Baja en su coche soberbio, Asiendo verdes cortinas 1415 Por dar diamantes los dedos, Ó asoma por el estribo Los rizos de los cabellos En las uñas de un descanso, Que á tantos sirvió de anzuelo. 1420 Yo me contento que digas, Dulce Isabel: «¡Yo te quieroQue también quiero yo el alma; No todo el amor es cuerpo. ¿Qué respondes, ojos míos? 1425

Verlo esto los timoratos y echarse á correr propalando que la revolucion había comenzado, fué cosa de un segundo. Cerráronse atropelladamente las pocas tiendas que quedaban abiertas, chinos hubo que se dejaron fuera piezas de tela, y no pocas mujeres perdieron sus chinelas al correr por las calles.