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Gener y lo que más claramente profetiza en su Evangelio de la vida, que aparecerá por completo en francés, y dentro de poco, y del que sólo conocemos el Prefacio y tres odas o ditirambos elocuentísimos a la Soledad, a su hermano el Silencio, y a la Noche, madre fecunda de ambos.

Las calles de Munich producíanme un extraño efecto al salir de allí con los ojos deslumbrados por todos aquellos reflejos de laca y jade, por los chillones colores de los mapas geográficos, especialmente los días en que el coronel me había leído una de aquellas odas japonesas de una poesía casta, sublime, tan original como profunda.

Me olvidé de mi edad, me imaginé que tenía siete años, me persuadí de ello, y me dije: Lo que es hoy, me desayuno, y dejo al pomposísimo don Román con sus odas y sus églogas. ¡Allá se las avenga! Ahora.... ¡Al cerro del Cristo, a las dehesas del Escobillar, a cortar guayabas en las sabanillas que bordan las orillas del Pedregoso! Y, dicho y hecho, en pie. Pronto estuve listo.

Algo ha modificado esa espontaneidad la influencia que sobre él ha ejercido la lectura frecuente de los poetas alemanes: influencia ménos perjudicial en Campo que en otros escritores, por ser ménos opuesta á la índole del talento de nuestro autor, á cuyo espíritu soñador y vago ha debido sucederle con las odas y baladas del inmortal autor del incomparable Wallensthein, lo que al viajante que hallándose en tierra extranjera, oye por azar palabras del habla nativa de labios de un natural del país.

Isidora había oído hablar de los ruiseñores como cifra y resumen de toda la poesía de la Naturaleza; pero no los había oído. Estos artistas no iban nunca por la Mancha. Puso atención, creyendo oír odas y canciones, y su semblante expresaba un éxtasis melancólico, aunque a decir verdad lo que se oía era una conversación de miles de picos, un galimatías parlamentario forestal, donde el músico más sutil no podría encontrar las endechas amorosas de que tanto se ha abusado en literatura. Miquis se echó a reír, y como si tuviera gusto en despoetizar la hermosa situación en que ambos se encontraban, dijo de improviso: «Isidora, ayer he estado trabajando en el anfiteatro con el Dr. Martín Alonso desde las dos hasta las cinco.

A los dieciocho años se representó su primera tragedia en un teatro de amigos. Víctor Hugo no tenía más que quince años cuando escribió su tragedia Irtamene. Ganó tres premios seguidos en los juegos florales; a los veinte escribió Bug Jargal, y un año después su novela Han de Islandia, y sus primeras Odas y Baladas.

Suspendo, por consiguiente, el dar mi aprobación hasta que demuestre en otro artículo que no hay el menor peligro en aprobar las Odas, porque la virtud purificante de la poesía convierte el rejalgar en triaca. En la poesía hay sin duda pasmosa virtud purificante. No quiero yo entenderla con todo, como he oído decir que la entendía Gœthe. Tal modo de entenderla es sobrado egoísta.

¿Cómo quiere usted que tome chocolate un hombre a quien le acaban de descerrajar un soneto a quema ropa? ¿Mariscal? El mismo. En el comedor y a traición. Mariscal era un joven poeta, empleado en el Ministerio de Ultramar, que hacía sonetos a la Virgen y odas a las duquesas. Pero ya me he vengado como un marroquí siguió.

Creyó en Mitre y peleó por él... Pero la carne ya no se abandonaba en la Pampa como una cosa sin precio, y en vez de fabricar odas se dedicó a cercar con alambre leguas y leguas de tierra, haciéndolas suyas, y a poner la marca propia en los ganados sin dueño... Cierto. Y por esto mendigan el contacto de los que están más arriba con una tenacidad a prueba de humillación.

Góngora, hombre ingenioso y de singular talento, cuyas composiciones juveniles, romances y odas en estilo nacional español, son en parte modelos perfectos en su género, llevado de su rivalidad por el escaso favor que el público le dispensaba, se desató en ataques satíricos contra su contemporáneo más amado, y no perdonó á Lope.