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Gener y lo que más claramente profetiza en su Evangelio de la vida, que aparecerá por completo en francés, y dentro de poco, y del que sólo conocemos el Prefacio y tres odas o ditirambos elocuentísimos a la Soledad, a su hermano el Silencio, y a la Noche, madre fecunda de ambos.

Inmediatamente que se enteró del acontecimiento cuando trajeron luces y vió las poco correctas posturas de los dioses sorprendidos, Ben Zayb, lleno de indignacion y ya con la aprobacion del fiscal de imprenta, fué corriendo á su casa un entresuelo en donde vivía en república con otros para escribir el artículo más sublime que jamás se haya leido bajo el cielo de Filipinas: el Capitan General se marcharía desconsolado si antes no se enteraba de sus ditirambos y esto, Ben Zayb que tenía buen corazon, no lo podía permitir.

Pero, ¿á qué hablar más en favor de Lope, cuando lo aclama y ayuda la misma naturaleza, maravillándose el siglo? Todos no nacen para todo. Uno se hace famoso con la prosa, otros con el verso; unos han nacido para lo heróico y otros para los ditirambos, como en las ciencias unos son teólogos, otros filósofos y médicos, otros matemáticos, y no todos descuellan en todo.

Interesa además, e interesa principalmente la segunda parte del FAUSTO, porque el lector, acaso sin percatarse de ello, la convierte en una enorme poesía lírica, en una serie de ditirambos, en una obra, no épica y objetiva, sino subjetiva en grado sumo, donde ya no hay más héroe que Goethe; Goethe, disfrazado de Fausto, y empeñado en algo de monstruoso, descomunal e imposible.

En ambos casos, el desprestigio de un cónyuge a los ojos del otro, y, por consiguiente, el desamor y la antipatía, cosa de muy mal gusto; y nosotros, nacidos para caer de muy alto en la locura de escalar el cielo, no debíamos morir de aquella prosaica y terrena enfermedad. »Muy bien dicha me pareció la parrafada, pero muy poco conveniente para , que era la mosca de estos ditirambos de la araña.

Luego, dentro de otros veinte años, los críticos y los historiadores pondrán en su punto las cosas; es decir, en un nivel que ni sea los ditirambos de los viejos ni las diatribas de los jóvenes... Pero ese trabajo podrán hacerlo porque ya recibirán, hecha por los jóvenes, la mitad de la labor; es decir, que ya se encontrará destruida esa obra de frívolas consagraciones que los viejos han construido.

El influjo civilizador, la preponderancia política de esta gran nación, en todo el auge ahora de su fortuna, riqueza, prosperidad y brío, han difundido y acrecentado la gloria del poeta amadísimo entre cuantas naciones pueblan la faz de la tierra. ¿Qué podré yo añadir a las alabanzas de Shakspeare dadas en Alemania por Wieland, ambos Schlegel, Lessing y tantos otros críticos y poetas, que le aclaman el príncipe de los dramáticos y la fuente de inspiración de donde ha surgido el genio de la moderna y hermosa poesía alemana? ¿Cómo hablar, cómo escribir de Shakspeare después del encomio hecho por Víctor Hugo, ciclópeo monumento, serie de ditirambos desaforados, estatua colosal, fundida en una imaginación de fuego por un entusiasmo que raya en delirio, y abrillantada y retocada después por un cincel de diamante? ¿Cómo atreverme a desplegar los labios o a dejar correr la pluma, habiendo leído la apoteosis bellísima, el saludo sublime que Emerson envía a Shakspeare desde el otro lado del Atlántico?

Mientras entonces el estudio de la Teología sobreexcitaba los sentimientos y encendía en amor el alma afectiva, amor que con facilidad podía torcerse a mala parte; hoy, estudiando los jóvenes briosos, desde sus tiernos años, negocios tan serios como la Filosofía de Krause o la Economía Política, se hacen por fuerza más morigerados y menos traviesos; adquieren una gravedad que les cae muy bien; y todo el fuego y lozanía de la imaginación se les va, no en coplas y requiebros a las muchachas, sino en ditirambos dulcísonos en prosa rimada, ora al libre-cambio, ora al desestanco de la sal, ora a otro objeto del mismo orden, que allá en lo antiguo ni se sospechaba siquiera que pudiese ser blanco de tantos disparos poéticos y de raptos líricos tan maravillosos.

A la Virgen la requebraba en sus odas con un ardoroso flujo de epítetos que no se agotaba jamás. La Edad Media era el tema constante de sus ditirambos. Las catedrales góticas. ¡Ah, las catedrales góticas!

En el Congreso de Diputados, poco menos; y tomando motivo de estos actos, nuevos ditirambos de la prensa periódica al «llorado prócer». Por último, su retrato en la primera plana de La Ilustración, con la correspondiente biografía un poco más adentro... y una elegía elegantemente triste del poeta Aljófar.