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Y en cuanto a Gener, aunque a menudo se contradice y hasta llega a mostrarnos al Padre Eterno, que se le aparece y le echa un largo y pomposo discurso, todavía este Padre Eterno es tan raro, que viene a ser como si no fuera. ¿Y negado un Dios personal y providente, cuál será el fundamento de la moral, de la bondad y de la belleza absolutas, y hasta de la verdad misma en lo que debiera tener de permanente e invariable?

Mala traza tienen de entronizarse los superhombres, si hemos de juzgar fiel la pintura que hace el señor Gener de la sociedad presente: «Los más astutos, dice, escalando el poder directamente, o con la protección de las leyes, amparándose del dinero, se han impuesto, y las sociedades hoy gimen en una esclavitud mil veces peor que la antigua.

Al hablar de todo ello, debería empezar su discurso como el gracioso doctor de la ópera, exclamando: ¡udite o rustici! El título del libro del Sr. Gener lleva implícita la justificación contra todo lo que pudiera decirse acerca del mérito relativo de los personajes cuyos retratos literarios ha hecho.

Gener que mucho de lo que dice sea realidad o se limite a ser símbolo, alegoría, imagen o vana figura retórica? De todos modos, aun suponiendo símbolo y no realidad algo de lo que el Sr. Gener nos pinta en sus magníficos cuadros, todavía podemos y debemos nosotros escudriñar en el símbolo la oculta realidad que en él se encierra. Ahora bien: si es cierto, como el Sr.

Gener y a su doctrina del superhombre. El ser humano, tal como hoy existe y tal como ha existido siempre desde que tenemos noticia de él por la Historia, dista infinito de Dios, para quien en Dios cree, o de la razón impersonal o de la super alma, como la llama Emerson, para los descreídos.

Gener retrata, declaro que no llego a advertir en ellos la estupenda magnitud y la superioridad descomunal que me induzcan a presentir, a columbrar y hasta a profetizar el próximo advenimiento de una raza o casta de hombres muy por encima de los que en el día visten y calzan y andan por esas plazas, calles y campos.

D. Pompeyo Gener, y para los cuales sospecho que se escribirán esas novelas del porvenir de que nos habla el Sr. Reyles, empleándose en escribirlas el nuevo arte poético recién inventado y que es tan exquisito y tan profundo. Sobre todo ello hablaremos en artículo aparte, por ser ya muy largo el presente.

No iré yo hasta el contrario extremo del señor Gener, ni afirmaré que los hombres han degenerado. Me limito a presentar aquí, sin intentar resolverla, una contradicción que asalta mi espíritu.

Gener afirma, haciendo hablar al mismo Padre Eterno, que éste no es providente y que la verdadera providencia es la del hombre, Nietzsche tiene razón, y no la tiene el Sr. Gener al aconsejar al hombre que se divierta y no se afane porque el super-hombre aparezca. ¿Cómo ha de aparecer, si nosotros que somos la providencia no le traemos? El dios del Sr.

Para gustar de un autor no es menester coincidir con él en opiniones y creencias, ni mucho menos dejarse convencer por sus razonamientos. A menudo suele sucederme lo contrario, y así me sucede con el libro de D. Pompeyo Gener. Mucho tengo que aplaudir en dicho libro, y muy poco de lo que dice me convence, aunque aplaudo el entusiasmo, el saber y él ingenio con que lo dice.