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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Toda la antedicha meditación, expuesta a escape para, no pecar de prolijo, ha valido para aquietar mi espíritu, después de leer las Odas de D. Eduardo Marquina, y para afirmar, sin escrúpulo de conciencia, que me parecen bien y que son obra de verdadero poeta.
Baco la ofrenda cántaros de vino, e implora Pan, cabe sus pies de Flora, loco de amor celeste y peregrino. Para tí son todas mis ternezas cálidas, y mis rosas pálidas, y mis reales odas. Para tí mi aliento y también mis rezos, la miel de mis besos y mi pensamiento. Para tí mis cantos que humedecen llantos de acerbo dolor. Para tí la esencia de esta mi existencia que atrista el amor.
Y como las circunvoluciones de mi cerebro no me habilitaban para componer odas a la manera de tantos otros que, a mi lado, se desquitaban así del tedio que la profesión les producía; como mi escaso sueldo, apenas suficiente para pagar la casa y el tabaco, no me permitía ningún vicio, había tomado el hábito discreto de comprar en la feria de Sadra libros antiguos desencuadernados, y por la noche, en mi cuarto, me entretenía con esas curiosas lecturas.
Se fue el de las odas en un bergantín que había venido cargado de vinos de Cádiz; y sentadito en la popa del barco, fijaba en la costa de su patria los ojos anegados de tan triste manera, que a pesar del águila nueva que llevaba en el alma, le parecía que iba todo muerto y sin capacidad de resurrección y que era él como un árbol prendido a aquella costa por las raíces, al que el buque llevaba atado por las ramas pujando mar afuera, de modo que sin raíces se quedaba el árbol, si lograba arrancarlo de la costa la fuerza del buque, y moría: o como el tronco no podía resistir aquella tirantez, se quebraría al fin, y moría también; pero lo que don Manuelillo veía claro, era que moría de todos modos.
Pero no lo digamos y quédese en el tintero para no hacer interminable este escrito. Mucho podrá decirse en pro y en contra de las Odas del Sr. D. Eduardo Marquina, pero no que son un libro insignificante.
Si se adopta para hacer efecto y darse charol, no tiene perdón de Dios. ¿Por qué en odas, en elegías, en coplas, en dramas, en novelas y aun en gruesos librotes de filosofía, hemos de angustiar á los mortales y quedarnos tan frescos?
Vuelva usted entonces: reúna usted en un tomo alguna comedia, media docena de odas y un romancito: diga usted en el prólogo que las hizo en los ratos perdidos que sus desgracias le dejaron libres; que las publica por haber sabido que algunas composiciones de ellas se han impreso en Amberes o en América, sin licencia y con faltas, hijas de la incuria de los copiantes, y que dedica usted a su cara patria aquel corto obsequio, y déjelas usted correr.
.................................................. Ya arribaron todas, todas, con sus pórticos y flámulas y sus globos de escarlata: ya arribaron las pagodas... Las pagodas han tocado la marmórea escalinata del palacio del Gran Hombre de mortífera sonrisa, y cuyo nombre lo repiten la corriente de las aguas y los vientos en sus odas y en los flébiles arpegios de su eterna serenata.
Llámanle generalmente el padre de la poesía alemana, porque contribuyó poderosamente á fijar su versificación y su prosodia. Opitz era un poeta erudito. En sus viajes por Francia, Italia y Holanda, se aficionó á la literatura de estos paises, que importó después en su patria. Escribió odas, cantos religiosos, elegías y dramas.
Después, el abuelo se disfrazó de gaucho, sin serlo, para dar gusto al dictador Rosas, y tomó su mate teniendo por sillón un cráneo de caballo. Otro abuelo copió a los románticos franceses en su traje, su peinado y su énfasis, peleando en los muros de Montevideo contra el tirano y disparándole odas y folletos en los momentos de reposo.
Palabra del Dia
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