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Ciento ocho duró la hospitalidad.... Para esta empresa se abonaron 300 reales diarios por la tesorería de provincia, y se destinó además el capital de 106.760 reales, valor de fincas puestas en rifa que no se ejecutó por no haberse despachado todos los billetes.... Gravísimas dificultades hubo que vencer en aquella penuria para proporcionar estos auxilios, mas al fin se vencieron todas por la dichosa casualidad de no estar el mariscal francés en Sevilla

Un visionario de origen obscuro, llamado Colón, reconocía por su patria á la República de Génova. Un contrabandista de las costas de Liguria llegaba á ser Massena, el mariscal amado de la Victoria.

Cuando se nombra á Estrasburgo, desde el primer instante el gastrónomo y el bebedor recuerdan los famosos pasteles de hígados de gansos y la renombrada cerveza, cuyo nombre es casi tan explotado como el del agua de Colonia; y el artista piensa en los primores de la admirable catedral, y en las bellezas de algunos otros monumentos, como el del Mariscal de Saxe, en la iglesia de Santo-Tomas.

5 La Estrella de Monserrate, de D. Pedro Calderón. 6 Servir para merecer, de Diamante. 7 Prudente, sabia y honrada, de Cubillo. 8 El vencimiento de Turno, de D. Pedro Calderón. 9 El hércules de Hungría, de D. Ambrosio de Arce. 10 Los desdichados dichosos, de D. Pedro Calderón. 11 Más la amistad que la sangre, de D. Andrés de Baeza. 12 Comedia burlesca del mariscal de Virón, de D. Juan Maldonado.

La campaña le dió honra y provecho; y sucesivamente el rey le confirió los grados de capitán de dragones, teniente coronel, coronel y brigadier; y en 1785, al ascenderlo a mariscal de campo, lo invistió con el carácter de presidente de la Audiencia, gobernador y capitán general del reino de Chile.

Comandante a los treinta y ocho años, pronto coronel, general acaso... ¡Y quién sabe si irá a recoger del otro lado del Rhin el «bastón» que ya no brota en tierra francesa! «¡Señor Mariscal!» ¿Por qué no? ¿Dónde se detienen los sueños de una cabeza de dieciséis años?

A lo largo de los dos costados había dos filas de bancos cubiertos con tapices de Persia, en los cuales se sentaron doce damas, unas en frente de otras, y apoyando sus espaldas en los bancos posteriores. Mucho más abajo, hacia el escenario, estaban algunos señores; junto al cancel del mariscal Grammont sólo había un grande.

Despues de la muerte de este cacique, algunas partidas de los Taluheches y Picunches atacaron las caserias del rio Areco y Arrecife, guiados por Hencanantu y Carrulonco, adonde acudieron los españoles con su mariscal de campo D. Juan de San Martin para coger los ladrones. Pero como llegaron tarde, se dirigieron al sur para no volverse con las manos vacias.

No se sabe si llamado por ella, o por iniciativa propia, vino el mariscal D. Diego desde el castillo de Baena a visitar a su prima. De todos modos, D. Diego no sabía, o aparentó no saber, que el mancebo cautivo había recobrado su libertad. Preguntó por él a doña Mencía y mostró deseo de verle.

En eso dice usted verdad. Algunas noches, al asomarme a esta baranda, me fijo en los emigrantes que duermen al aire libre huyendo del calor de los sollados. Ofrecen el aspecto de un campamento, y por esto tal vez viene a mi memoria el recuerdo de los granaderos de Napoleón, que no eran más que simples soldados, pero al dormir sobre la tierra dura veían desfilar en sus ensueños toda clase de grandezas. Cada uno creía llevar en su mochila el bastón de mariscal, y esto bastaba para que corrieran sin cansancio toda Europa de combate en combate.