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Gonzalo había venido a pie a la romería con Cecilia, la niña mayor y la niñera. Y como el camino era largo y pendiente, porque ésta no se cansase tanto, había traído a su hija en brazos casi todo el tiempo. Ventura odiaba las romerías. Además, su padre había llevado el carruaje a esperar al duque de Tornos, y pensar en que anduviese a pie media legua, era una monstruosidad.

Aquellos eran tiempos de pelear, en que cada hombre iba de soldado a defender a su país, o salía por ambición o por celos a atacar a los vecinos; y como no había libros entonces, ni teatros, la diversión era oír al aeda que cantaba en la lira las peleas de los dioses y las batallas de los hombres; y el aeda tenía que hacer reír con las maldades de Apolo y Vulcano, para que no se le cansase la gente del canto serio; y les hablaba de lo que la gente oía con interés, que eran las historias de los héroes y las relaciones de las batallas, en que el aeda decía cosas de médico y de político, para que el pueblo hallase gusto y provecho en oírlo, y diera buena paga y fama al cantor que le enseñaba en sus versos el modo de gobernarse y de curarse.

El Vizconde la saludó al entrar y cruzó con ella algunas palabras; pero acertó a contenerse durante más de una hora, para que ella se cansase de charlar con sus admiradores y amigos y de recibir adoraciones, y espió la ocasión propicia en que ella estaba menos rodeada, a fin de osear fácilmente a los interlocutores enojosos y poder hablar con ella sin que nadie interviniese en la conversación ni le molestase.

Los voy a acompañar a caballo. ¿Hasta la estancia? El azulejo es capaz de ir de un galope hasta Buenos Aires. Al partir el break a todo trote, Baldomero se puso al costado, galopando con toda la bizarría del gaucho legendario, mientras su flete dejaba ver, al levantar los remos y al mirar hacia adelante, con sus ojos vivos, que éstos no alcanzaban a divisar distancia que lo cansase.

Y el príncipe rió largamente, como si no se cansase de celebrar lo absurdo de tal suposición. Eso lo sabrás contestó Atilio . Lo que yo digo es que no podemos ser por mucho tiempo los enemigos de la mujer. Mira al coronel; es tu «chambelán», tu ayudante, el hombre que te obedece ciegamente. Pues hasta ese te abandona. Fíjate: siempre que puede, vive en el pabellón de la portería.

Esta suposición absurda que Ulises formuló mentalmente, con incrédula y triste sonrisa, se repitió al mismo tiempo en el pensamiento simple de muchas gentes de la Marina. Se negaban á creer en su muerte. Un brujo no se ahoga. Habría encontrado abajo algo muy interesante, y cuando se cansase de vivir en las verdes profundidades volvería nadando á su casa. No; el Dotor no había muerto.

Quise seguirla, y lo hiciera, si no me aconsejara Montesinos que no me cansase en ello, porque sería en balde, y más porque se llegaba la hora donde me convenía volver a salir de la sima.

El marido de la Jerónima, ó bien fuera porque se cansase de ella, cosa que no tiene mucho de extraño, ó porque anduviera en pasos no muy buenos, fué lo cierto que de la noche á la mañana se huyó de su lado y procuró por cuantos medios pudo, que su cara mulata no volviese á tener de él más noticias.

Intentó el capellán disuadirla: temía que se cansase, que se enfriase al atravesar los salones, al bajar al claustro. La señorita no dio más respuesta que dejar la labor, envolverse en su mantón y echar a andar. Cruzaron a buen paso la fila de habitaciones extensas, desamuebladas, casi vacías, donde las pisadas retumbaban sordamente.

Para que el clérigo le dejase en paz y no le cansase más con sus sermones sosos y desprovistos de vida, de unción, don Víctor fingió ceder; y dijo que no haría ningún disparate, que meditaría, que procuraría armonizar las exigencias de su honor y aquello que la religión le pedía.... Entonces se alarmó don Fermín; creyó que había perdido terreno, y volvió a la carga.