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Lubimoff, antes de marcharse al frente, se había ocupado de la suerte de su «chambelán», asegurándole una pensión de diez mil francos al año y enviando además cierta cantidad para que comprase una casa. Ya que deseaba morir en Monte-Carlo, debía tener su pequeña Villa-Sirena. Al poco tiempo de jardinear en su propiedad, viendo abajo la plaza del Casino, Toledo fué en busca de Novoa.

Haces bien en preguntarle, Miguel dijo Atilio . Tu «chambelán» es el hombre mejor relacionado de la Costa Azul. Conoce duquesas y princesas á docenas. Lo he visto comiendo en el Hotel de París con toda la vieja nobleza de Francia que viene á Monte-Carlo para consolarse de lo que tardan en volver sus antiguos reyes.

Al despertar el príncipe en la mañana siguiente, no encontró á su «chambelán». El automóvil de alquiler se lo había llevado á las siete, para que completase sus preparativos. Vagó Lubimoff por los jardines, deteniéndose ante los jaulones que albergaban diversos pájaros exóticos.

Pero el príncipe interrumpió sus palabras con otro gesto de indiferencia, y Atilio se alejó, disimulando su emoción. Inmediatamente hizo su entrada don Marcos en el bar, como si hubiese estado aguardando al otro lado de la puerta la salida de Castro. Nunca le pareció al príncipe tan activo é inteligente su «chambelán». Todo está arreglado, marqués.

Información hecha en París á principios de febrero de 1612 ante el Auditor de la Nunciatura eclesiástica, á petición de Gil de Mesa, español, Gentilhombre de la casa del Rey de Francia, y su Chambelán, compatriota, amigo, pariente y ejecutor testamentario de Antonio Pérez, en que declararon el Vicario de la parroquia de San Pablo; otro clérigo; Fr.

Al día siguiente, á la hora del desayuno, don Marcos experimentó una gran sorpresa y no menos inquietud. El príncipe, que nunca se preocupaba del dinero de la casa, dejando que su «chambelán» se entendiese directamente para los gastos con el administrador de París, le preguntó qué cantidades tenía disponibles. El coronel hizo un cálculo mental. No creía guardar más allá de quince mil francos.

Y el príncipe rió largamente, como si no se cansase de celebrar lo absurdo de tal suposición. Eso lo sabrás contestó Atilio . Lo que yo digo es que no podemos ser por mucho tiempo los enemigos de la mujer. Mira al coronel; es tu «chambelán», tu ayudante, el hombre que te obedece ciegamente. Pues hasta ese te abandona. Fíjate: siempre que puede, vive en el pabellón de la portería.

Cuando la princesa, una vez terminado el primer año de viudez, volvió resueltamente á su palco de la Opera, don Marcos la acompañó, quedando discretamente en el fondo, como el chambelán de una reina. Una noche, durante un entreacto, al pasar ella al antepalco, oyó cómo el coronel contaba á un viejo general francés amigo de la casa el combate de Villablanca.

Barbarita también reventaba de gozo y decía: «¡Pero qué chico más salado y más simpático!». Jacinta tenía que entusiasmarse también, a pesar de aquella procesión que por dentro le andaba, y poner cara de pascua a todos los que entraron felicitándose del suceso. El marqués de Casa-Muñoz oficiaba de chambelán palatino.

Queriendo retardar la exposición de estos negocios, habló de las dificultades que la habían obligado á presentarse en Villa-Sirena sin anunciar su visita. El príncipe podía tener confianza en la exactitud con que su «chambelán» cumplía sus órdenes. Una buena persona el tal coronel, pero intratable, lo mismo que un perro feroz, cuando alguien pretendía que desobedeciera á su amo.