Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de junio de 2025
Prevengamos la partida Para que el día tercero Cumpla a tan buen caballero La palabra prometida; Que yo fío dél que allí De nuestro remedio trate. JARIFA. Y cuando no haya rescate Yo daré el alma por ti. Salen ARRÁEZ y ALARA con un cordel y una daga. ARR. Vuelve esas manos atrás, Y confiésame de plano Si te ha gozado el cristiano. ALARA. Digo que hablado no más. ARR. ¿De qué suerte?
En tiempo de paz, Chichí había admirado algo á este personaje «Es guapo decía pero con una sonrisa muy ordinaria.» Ahora todos sus odios los concentraba en él. ¡Las mujeres que lloraban por su culpa á aquellas horas! ¡Las madres sin hijos, las mujeres sin esposo, los pobres niños abandonados ante las poblaciones en llamas!... ¡Ah, mal hombre!... Surgía en su diestra el antiguo cuchillo de «peoncito», una daga con puño de plata y funda cincelada, regalo del abuelo, que había exhumado de entre los recuerdos de su infancia, olvidados en una maleta.
Con ímpetu irresistible se lanzó Morsamor contra Balarán, yendo a su lado Tomás Cardoso y otros ocho valientes, que arrollaban o derribaban cuanto obstáculo se les oponía. Así llegó Morsamor hasta donde se alzaba Balarán con la sangrienta daga en la diestra y tomó rápida venganza, atravesándole el cuerpo con su espada. La gente de Morsamor le defendía a un lado y a otro, rechazando a los indios.
Ponte, Leonela, a esa ventana y llámale, que, sin duda alguna, él debe de estar en la calle, esperando poner en efeto su mala intención. Pero primero se pondrá la cruel cuanto honrada mía. »¡Ay, señora mía! -respondió la sagaz y advertida Leonela-, y ¿qué es lo que quieres hacer con esta daga? ¿Quieres por ventura quitarte la vida o quitársela a Lotario?
Era un desarme completo; el enemigo no podía valerse de sus armas; entre tanto, al forastero le quedaba franca la daga para herir, pero no hirió. Idos dijo al otro ; puedo mataros, pero no quiero asustar á mi buena suerte tiñéndola de sangre la primera noche que entro en Madrid; envainad vuestros hierros y volvéos por donde habéis venido.
Una tarde de verano, en Segovia, contemplando desde su habitación el rojo deshojamiento del crepúsculo sobre el valle del Eresma, vio pasar por la calle a un arrogante galán que se detuvo a mirarla. Iba vestido a lo soldado, con harta pluma en el sombrero. Una daga cubierta de piedras preciosas brillaba sobre sus gregüescos acuchillados. Aquella escena muda se repitió varias veces.
Si le he matado dijo el cocinero en una de sus frecuentes salidas de tono , ha sido sin querer... os lo juro... llevaba yo la daga por delante... la noche era muy obscura... ¡Mentís! dijo el bufón mirando profundamente al cocinero, cuyo semblante estaba desencajado ; ¡mentís tan descaradamente, como villanamente habéis muerto al sargento mayor!
Quevedo se puso en medio de la calleja, y desnudó la daga y la espada. Hemos dicho que la noche era muy obscura. Defendéos ú os mato dijo Juan Montiño á dos pasos del que había salido por el postigo. Volvióse éste y desnudó los hierros. ¿Y por qué queréis matarme? dijo. Juan le contestó con una estocada. ¡Ah! vos sois el mismo de antes dijo don Rodrigo, que él era.
Morsamor desenvainó entonces la daga que llevaba en el cinto, y, exclamando, ¡defiéndete, miserable! , se arrojó sobre Cardoso, que desnudó también su puñal y le aguardó sereno. El ímpetu y la destreza de Morsamor eran incontrastables. Con el brazo izquierdo paró el golpe que Cardoso le asestaba, y con acierto pasmoso hundió su daga en el pecho del rebelde hasta la empuñadura.
El inquisidor general, arrancó la daga al joven, y le quitó la espada. Mirad, fray Luis, mirad si tiene pistoletes á la cintura dijo Quevedo. El padre Aliaga, en silencio como hasta allí, registró la cintura de don Juan y le quitó dos pistoletes. ¡Ah, ya era tiempo! ¡ya no podía resistir más! dijo Quevedo soltando al joven.
Palabra del Dia
Otros Mirando