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Actualizado: 9 de julio de 2025
¿Pues qué queréis que hagamos con vos, señor asesino, á quien encontramos cebándoos en vuestra víctima y con el homicida arma aún en la mano? ¡La daga que había desnudado para defenderme y que me pierde! exclamó el desdichado. Amarradle y con él á la cárcel dijo el bribón del licenciado Sarmiento. Los alguaciles sacaron cuerdas de sus gregüescos y ataron codo con codo á Montiño.
El hidalgo, al recibir aquel terrible mensaje, se abalanzó sobre Guiomar con la daga desnuda; pero, sintiéndose desvanecer, y creyendo que se moría, la maldijo el fruto que llevaba en el vientre. ¡Qué días los que siguieron!
Diómela, como recuerdo, el viejo morisco que no quiso permitir que los demás me acabasen a cuchilladas. El hidalgo contrajo su semblante, y poniendo la diestra sobre el hombro de Ramiro, díjole quedamente, para que sólo él le escuchara: Por la honra de su nombre, vuélvase vuesa merced a su aposento y esconda esa daga donde nadie la vea, que yo sé lo que le importa.
Estoy acostumbrada á los azares de la guerra, y si vuestra protección, valientes caballeros, fuese insuficiente, jamás caeré viva en manos de esos malvados. Al decir esto, mostró en su diestra agudísima daga. Leonor, dijo Duguesclín, os he amado siempre, pero en este instante más que nunca.
¡Eh! ¡atrás! ¡no se pasa! dijo nuestro forastero, echando al aire la daga y la espada. El que venía hizo un movimiento igual, y sin decir una palabra, embistió al joven.
Era aquel personaje el quinto duque de Aldama, embajador en Londres de Felipe IV, y era el tío Frasquito hijo tercero del vigésimo duque del mismo nombre. Al pie del retrato había colgadas una daga y una espada de gavilanes, de exquisita labor y gran precio, que habían pertenecido al personaje.
¡Pues así es! replicó Lope . Venga mi cola; si no, por Dios que no me lleven el asno si bien viniesen por él cuantos aguadores hay en el mundo; y no piensen que por ser tantos los que aquí están me han de hacer superchería, porque soy yo un hombre que me sabré llegar a otro hombre y meterle dos palmos de daga por las tripas, sin que sepa de quién, por dónde, o cómo le vino; y más, que no quiero que me paguen la cola rata por cantidad, sino que quiero que me la den en ser y la corten del asno, como tengo dicho.
A este punto sale una MUGER huyendo, y tras ella un SOLDADO NUMANTINO con una daga en la mano para matarla. Eterno padre, Jupiter piadoso, Favorecedme en tan adversa suerte! Aunque mas lleves vuelo presuroso Mi dura mano te ha de dar la muerte. Entrase la MUGER adentro, y dice LIRA
¡Ah, ah! ¿Le conocéis? dijo el licenciado Sarmiento ¿y además decís que ese hombre os ha causado perjuicios? ¡Perjuicios! ¡Dios sólo sabe lo que ese infame ha hecho conmigo! Aunque yo no os hubiera encontrado sobre el cadáver y con la daga en la mano, y á tales horas y en tal noche, las palabras que acabáis de decir y que demuestran que sois enemigo del muerto, bastan para llevaros á la horca.
Hasta las cosas familiares entraban en el temeroso encantamiento: una inmóvil colgadura, un paño negro, un antiguo retrato de familia, un espejo, una daga, exhalaban a veces, para él un sentido perturbador, vahos de espanto y de demencia. Hubiérase dicho que ciertos objetos buscaban expresarle lúgubres presagios.
Palabra del Dia
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