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Actualizado: 9 de junio de 2025


Tomélo de memoria. Prestóme una daga, que en lo ancho era alfanje, y en lo largo no se llamaba espada, que bien podía. "Bébase me dijo -esta media azumbre de vino puro; que si no da vaharada no parecerá valiente."

Era la golosina entremezclada con nieve; y su aliento: ideal e inquietante, como el de las flores sobre la muerte. Ramiro llegaba siempre hasta Aixa con el mismo secreto de la primera vez. Todo se reproducía: el viaje, la venda, el silbido... Pero cierto día, comprendiendo lo que le importaba conocer el trayecto, sacó la daga, perforó con ella los cueros de la silla, y miró.

Creía hallarse ahora con el ojo arrimado a la rendija. El Canónigo no se había equivocado. De treinta a cuarenta moriscos, vestidos algunos con sus ropas musulmanas, deliberaban, sentados en rueda. Ramiro observó que el personaje de la daga guarnecida de piedras no se hallaba presente. La sarracena iba entretanto de diván en diván.

¡Miedo! ¿Y de qué? dijo Guzmán ; es cierto que todo marido, aunque sea tan ruin y tan cobarde como el tuyo, es respetable; no qué tienen los maridos; pero cuando él llama por allá yo escapo por ahí. Y el sargento mayor señaló la ventana. Bueno es saberlo dijo para Quevedo, probando si su daga salía con facilidad de la vaina.

Continuas pendencias, alborotos y escándalos promovía el bravucón y sus amigos, y en uno de aquellos lances acudió en mal hora á poner paz un corchete llamado Gordillo, que ya era bien conocido de García, el cual fué lo mismo verle que arremeterle armado de una daga.

Y Quevedo desnudó su daga, cogió uno de los sedosos y pesados rizos de Dorotea, le cortó, le anudó, le guardó en el seno y salió de la alcoba. Adiós, fray Luis, adiós dijo abrazándole . Hasta que la desdicha nos vuelva á juntar. Adiós, don Francisco, adiós, y que

Acaba, corre, aguija, camina, no se esfogue con la tardanza el fuego de la cólera que tengo, y se pase en amenazas y maldiciones la justa venganza que espero. »-Ya voy a llamarle, señora mía -dijo Leonela-, mas hasme de dar primero esa daga, porque no hagas cosa, en tanto que falto, que dejes con ella que llorar toda la vida a todos los que bien te quieren.

Y por instinto, en vez de retroceder, avanzó hasta el bulto informe, del cual al parecer había salido la voz. ¡Doña Clara! exclamó Quevedo , ¿con quién venís? Con el tío Manolillo. A mis espaldas, á mis espaldas, señora exclamó Quevedo poniéndose rápidamente delante de doña Clara, terciándose la capa y echando al mismo tiempo al aire las hojas de su daga y su espada.

Seguras ya y ciertas Camila y Leonela que Anselmo estaba escondido, entraron en la recámara; y apenas hubo puesto los pies en ella Camilia, cuando, dando un grande suspiro, dijo: »¡Ay, Leonela amiga! ¿No sería mejor que, antes que llegase a poner en ejecución lo que no quiero que sepas, porque no procures estorbarlo, que tomases la daga de Anselmo, que te he pedido, y pasases con ella este infame pecho mío?

Pero no podemos abrir este cofre dijo el joven. Si no le abrís vos, le abrirá la Inquisición. ¡Ah! Francisco Montiño desnudó su daga, despegó de un solo corte y de una manera nerviosa el papel. Debajo de él, en un rebajo del arca, encontró una llave. ¡Ah! todo estaba previsto dijo el cocinero del rey . Abramos. A vos dejo la responsabilidad de este hecho dijo Juan.

Palabra del Dia

rigoleto

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