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Actualizado: 9 de junio de 2025


Cuando la causa es grave... cuando una reina está á punto de ser horriblemente calumniada... ¿Qué decís?... No tembléis señora dijo Montiño desnudando su daga sangrienta y mostrándola á la dama. ¿Y qué es eso? Sangre de don Rodrigo Calderón. ¡Ah! exclamó con alegría la dama. ; la reina estaba amenazada. ¿Amenazada? ¿insistís en que yo soy... la reina?

Enorme mitra ilusoria, resplandeciente de amatistas y topacios, se encendía y apagaba, y volvía a encenderse a sus pies, sobre las losas obscuras. Probando apenas algunos bocados, Ramiro dejó secretamente su casa, ya entrada la noche. Había escogido su daga más fuerte y la espada que le diera don Rodrigo del Aguila, el mayordomo de la Emperatriz.

Don Lope, que verse sujetado, apostrofado, desasirse, tirarse a fuera y poner una daga en la mano, todo fué uno, no hubiera escapado de alguna grave herida del furioso golpe de Muley, a no llevar vestido bajo la ropa un fuerte jaco milanés. Reparado así tal golpe, la revuelta comenzó encendidamente, pues los moriscos a una voz decían: Favor a nuestro príncipe Muley, muerte a los castellanos.

No quiero que, andando en tales y tan altos negocios, no lleves más armas que la daga y la espada; el oro es un arma preciosa. Toma, hijo y sacó una bolsa verde y la puso con misterio en las manos del joven . No es grande la cantidad, pero bien habrá diez doblones de á ocho. me devolverás esa cantidad cuando puedas. Ahora no hablemos más, ni por la casa, ni por la calle.

Sucedió, pues, que la mañana de un día que volvían a Madrid a coger la garrama con las demás gitanillas, en un valle pequeño que está obra de quinientos pasos antes que se llegue a la villa, vieron un mancebo gallardo y ricamente aderezado de camino. La espada y daga que traía eran, como decirse suele, una ascua de oro; sombrero con rico cintillo y con plumas de diversas colores adornado.

No lo había acabado de decir cuando de un aposento salió un mulatazo mostrando las presas, con un sombrero injerto en guardasol, y un coleto de ante, bajo de una ropilla suelta y llena de cintas, zambo de piernas, a lo águila imperial; la cara, con un per signum crucis de inimicis suis; la barba, de ganchos, con unos bigotes de guardamano, y una daga con más rejas que un locutorio de monjas; y mirando al suelo, dijo: "Yo soy examinado y traigo la carta; y por el sol que calienta los panes, que haga pedazos a quien tratare mal a tanto buen hijo como profesa la destreza."

»No lo quiso creer Anselmo; antes, ciego de enojo, sacó la daga y quiso herir a Leonela, diciéndole que le dijese la verdad, si no, que la mataría. Ella, con el miedo, sin saber lo que se decía, le dijo: »-No me mates, señor, que yo te diré cosas de más importancia de las que puedes imaginar. »-Dilas luego -dijo Anselmo-; si no, muerta eres.

Y en otra nueva y más terrible reacción, se alzó, y desnudando violentamente su daga, exclamó: ¡Muerta por !... ¡y yo, miserable, vivo! Y volvió la punta de su daga al pecho. Pero en aquel momento, se sintió sujeto por detrás, asidos los brazos, retenidos por otros brazos que le apretaban con la fuerza de una cadena de hierro. ¡Oh! ¡no! ¡no! ¡mientras yo esté á vuestro lado! dijo una voz.

Y entonces el maestro sacó la daga y dijo: "Yo no quién es Angulo, ni Obtuso, ni en mi vida decir tales hombres; pero con ésta en la mano le haré pedazos." Acometió al pobre diablo, el cual empezó a huir, dando saltos por la casa, diciendo: "No me puede herir, que le he ganado los grados del perfil." Metímoslos en paz el huésped y yo y otra gente que había, aunque de risa no me podía mover.

Excuso decir á ustedes que este robo levantó más polvo que el célebre de las sabinas. Las representaciones se hacían muy largas, porque cada escena principia y acaba por un paseo triunfal, y suele mediar con el indispensable combate con espada y daga llamado el moro-moro, baile que en honor á la verdad llama la atención la agilidad con que algunos y algunas manejan la esgrima.

Palabra del Dia

rigoleto

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