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Los órganos, en general, presentan estos dos grupos de síntomas bien diferentes: exaltacion y decaimiento de las propiedades vitales. La exaltacion tiene un sello nervioso evidente; sobreviene despues del decaimiento ó de una impresion que se estiende desde la periferia á los centros, y nunca es tan viva como en la periferia ó en los órganos de los sentidos.

La destruccion de una planta ¿acarrea por ventura la extincion de todas las fuerzas vitales que en esta residen? y esas fuerzas, por no ejercer su accion sobre el ser organizado que se acaba de destruir, ¿dejan por ventura de ser útiles en el misterioso laboratorio de la naturaleza? ¿Quién nos ha dicho que una fuerza vital no puede ser útil sino ejerciéndose sobre un objeto de nuestra observacion? ¿quién nos ha dicho que en los arcanos de la naturaleza las fuerzas vitales no obran en sentidos muy diferentes, muy varios, y que los efectos de su actividad no se presentan de maneras muy diferentes, segun las circunstancias en que se encuentran, todo con arreglo á las leyes establecidas por la sabiduría infinita?

Y fue que hallándose departiendo el marqués y el general, momentos antes de sentarse a la mesa, y paseándose a lo largo del salón contiguo al comedor, y estando la porfía en lo más candente, es decir, sosteniendo el segundo que todas las desventuras de España procedían de la incapacidad y de los desaciertos del ministro de la Guerra y de todos sus antecesores, y templando el primero sus crudezas con reposadas y campanudas reflexiones sobre el necesario «concurso de las fuerzas vitales del país» y «el engranaje de la máquina gubernamental», de pronto le faltó la palabra precisa; valiose de otra menos propia y muy mal pronunciada; esparciese sobre el sonrosado color de su rostro un tinte lívido; lanzó un áspero quejido por su boca, que se torcía por momentos, y reviré los ojos; y a no haberle recibido el general entre sus brazos, hubiera dado el pobre marqués con su oronda humanidad en el santo suelo.

Se escribió desde Carabanchel una carta al loco, «el más insigne antropólogo con que hoy contaba la Europa civilizadanoticiándole la existencia de cierto individuo que ofrecía en sus funciones vitales algunas anomalías reversivas con extraños caracteres zoológicos que hasta entonces no había podido descifrar ningún fisiólogo.

Véase á las veces que afligida una persona de alguna enfermedad peligrosa, se queja tan lastimosamente, que al cielo llegan sus voces, pero sin conocer la causa i origen de su mal; así todo el mundo se queja de estos padres, quién perseguido de ellos, y quién por ser correspondido con poca fidelidad; y el mal todavia continúa sin poderse penetrar y conocer la raiz de él, que es el deseo é intento que tienen de engrandecerse; por cuyo respecto no lo tienen de disgustar mas á este que á aquel, de engañar los principes, de oprimir los pobres, de sacar con su artificio las haciendas de las viudas, arruinando familias nobilisimas, i ordinariamente ser causa de sospechas i disgustos entre principes cristianos, por quererse ingerir y meter en los mas grandes negocios que tratan: ahora como seria inconveniente que la parte últimamente formada en el principio de la naturaleza atrajese y quitase la sangre mas pura que las partes vitales del compuesto, para que sirviese de instrumento á las otras menos principales, pues con esto quedaría acabada; de la misma manera desdecia que la religion de estos padres puesta en la Iglesia para convencer herejías y reducir pecadores á penitencia, atraiga y lleve á los negocios mas graves é importantes de príncipes y prelados, sacando los espíritus vitales de sus intereses, aplicándolos todos á si, porque de aquí nace el turbarse la paz pública y privada, y se oprimen muchos sugetos dignos de ser elevados, se elevan otros dignos de ser oprimidos con otros mil inconvenientes que de esta causa nacen.

El tránsito de uno á otro de esos salones primorosamente esculpidos y pintados, de tan magistral imitacion, es inolvidable: la impresion que deja es profunda, porque es una mezcla de admiracion y tristeza respecto de lo pasado; de santa y silenciosa veneracion tributada al genio de la humanidad misma, y de esperanza suprema en el progreso y el bien del porvenir, que se funda en la idea de la indefinida renovación de las fuerzas vitales de la especie humana.

Pero ¿cómo ni por qué contrarrestar los impulsos vitales con que la naturaleza nos advierte que por encima de nuestros mezquinos intereses están los suyos, que esas convenciones que llamamos sagradas son cosas para ella absolutamente despreciables?

He aquí un gran reloj, una gran máquina á vapor que imita exactamente el movimiento de las fuerzas vitales. ¿Es esto un juego de la Naturaleza? ¿O bien debemos creer que existe en esas masas una mezcla de animalidad?

En la leonera que tenía por vivienda y que era una caverna de disputas, se oía su voz declamatoria, diciendo estas o parecidas cosas: «... porque, señores, a todas horas estamos viendo que, unidas en fatal coyunda las enfermedades diatésicas, determinan la depauperación general, la propagación de los vicios herpético y tuberculoso, que son, señores, permitidme decirlo así, la carcoma de la raza humana, la polilla por donde parece marchar a su ruina...». O bien, elevándose a lo teórico, gritaba: «Reconociendo, señores, la revolución que las ciencias naturales, y especialmente la Química, han hecho en la materia médica moderna, no conviene afirmar que la Química, señores, forma un sistema médico por sola, porque antes que las leyes químico orgánicas están las leyes vitales.

La fe ha muerto, pero queda el cadáver, con apariencias vitales, ocupando el mismo sitio, obstruyendo el paso con su dureza de momia. Los mismos revolucionarios sostienen, con su deseo de no desentonar, este simulacro de vida.