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Caminaba lentamente golpeando el suelo con el bastón. A pesar de aquel aspecto de miseria, llevaba ambos brazos ornados de brazaletes de alquimia, y un doble collar de cuentas, que imitaban la turquesa, caía sobre su pecho. Al llegar junto a Ramiro, mirole fijamente, apoyando ambas manos en el báculo. El mancebo sacó una moneda para ofrecérsela.

Eran las seis columnas referidas de finísima turquesa, segun testimonio del concienzudo Ambrosio de Morales; singularidad que merece notarse por la dificultad de hallar piezas de turquesa de tan grandes dimensiones, lo cual haria creer que estas columnas se trajeron de muy lejos, de Grecia tal vez, ó del Oriente, donde han solido hallarse masas voluminosas de dicha sustancia.

Figúrate que pensase y discurriese como ser racional y filantrópico la turquesa en que se forman las balas: ¡qué desesperación no tendría de que la empleasen tan en perjuicio de la Humanidad! Pues no es menor la rabia de la esposa que, cuando va a ser madre, recela que ha de dar al mundo como copias exactas de la ruindad o de la perversidad de su marido.

No eres, no, delirio vano. ¡Trae el ciclón, después, días de calma! ¡Y ha de emerger, en tiempo no lejano, la gran patria inmortal con nueva alma...! Heraldo de la raza. En turquesa latina ha modelado España el alma filipina con rosas de su carne y oro de su pendón. Por eso, aunque nos vieres malayos por la cara y morena la frente que el indio sol tostara somos siempre españoles en alma y corazón.

12 El tercer orden, un topacio, una turquesa, y una amatista. 15 Hicieron también sobre el pectoral las cadenillas de hechura de trenza, de oro puro. 17 Y pusieron las dos trenzas de oro en aquellos dos anillos en los extremos del pectoral. 18 Y fijaron los dos extremos de las dos trenzas en los dos engastes, que pusieron sobre las hombreras del efod, en la parte delantera de él.

El capellán nadie le llamaba por su nombre en la casa era lo que se decía hace cincuenta años un buen maestro: tal vez algo duro; más amigo de hacerse temer que estimar; antes partidario de enseñar lo que sabía que de inspirar amor al estudio; con ideas fijas vaciadas en la antigua turquesa donde se fundió la sociedad de nuestros abuelos; seguro de lo que tenía por bueno; irreconciliable con lo que juzgaba malo; ilustrado, pero intransigente; bueno, pero fanático.

Su inteligencia, como vaso forjado según las concepciones de los que dirigieron su educación, fue molde en que se vaciaron ideales ajenos. Cuanto en encierran las tendencias de los pasados siglos, cuanto en lo antiguo sirvió de turquesa para dar forma y ser a la sociedad, echó en su inteligencia hondas raíces.

A la turquesa á que se adaptan las anteriores reflexiones, se relacionan la generalidad de las vivientes hechuras que andan por esas calles de Dios respirando ciencia y saber. La pícara afición á las digresiones, más de una vez nos lleva fuera de Marianas, bien es cierto que aquellas islas son parte integrante de Filipinas y escribimos á la sombra de las conchas de su capital.

Muy cerca del estanque, un lavadero mostraba a los cielos sus aguas de un azul de turquesa, rodeadas por una valla hecha de juncos y de herbajes.

Anunciaron en aquel momento la llegada del correo y Diógenes aprovechó la confusión natural que esto produjo para acercarse al tío Frasquito y cogerle sin miramiento alguno por la abierta solapa de su rico gabán de pieles, que dejaba al descubierto una pechera inmaculada, en cuyo centro relucía, bajo la corbata blanca, una bellísima turquesa, celeste como el cielo.