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Sus compañeros de alojamiento toleraban que continuase entre ellos, con la esperanza de que partiría de un momento á otro. Transcurrió el tiempo sin que volvieran á presentarse la enlutada con el niño, ni la viuda con el farol. Ovejero bebía y su embriaguez no se poblaba de visiones. Pero una noche dió un alarido de hombre asesinado que despertó á sus camaradas.

En cambio, los enemigos y la gran masa del público, que desea peligros y muertes, ¡qué injustos en sus apreciaciones! ¡qué audaces para insultarle!... Lo que toleraban a otros matadores, estaba vedado para él. Le habían visto audaz, lanzándose ciegamente en el peligro, y así le querían para siempre, hasta que la muerte cortase su carrera.

Habiendo visto de cerca la guerra civil, comprendió que no hacía sino empezar y que prometía ser encarnizada y duradera, a pesar de que la Gaceta anunciaba diariamente la dispersión de las últimas partidas y la presentación del postrer cabecilla. Desde luego Baltasar traía un grado más, y ganas de precipitarse en algún abismo cubierto de flores, ya que las balas carlistas se lo toleraban.

Era un telegrama recibido en los Cuarenta y cinco. El apoderado de Gallardo, con su entusiasmo agresivo y ruidoso, turbaba la gravedad social; pero le toleraban por ser antiguo amigo, y acababan riendo de «sus cosas». Les era imposible a aquellas personas sesudas discutir tranquilamente con don José sobre el mérito de los toreros.

En los Cuarenta y cinco se tenían noticias directas de él, lo mismo que si fuese un matador de toros. El Plumitas estuvo anteayer en mi cortijo decía un rico labrador . El mayoral le dio treinta duros, y se fue luego de almorzar. Toleraban pacientemente esta contribución, y no comunicaban las noticias mas que a los amigos.

No es posible dejar de condenar la licencia ó la inmoralidad de este drama; pero también es cierto que en aquella época se toleraban estos abusos, presenciándolos los espectadores impasibles, careciendo de la mojigatería y de las costumbres convencionales de nuestra época; además, nos reconcilian con este duque de Osuna muchas de sus brillantes cualidades, y el germen de nobleza que se nota en su alma, que palían, hasta cierto punto, los excesos á que lo arrastra su fogoso temperamento, haciéndonos presentir que pasados esos arrebatos de su edad juvenil, será después un patricio distinguido.

Salabert conocía esta innata tendencia que tiene la espina dorsal del hombre a doblarse y abusaba de ella. Muchos que vivían con independencia, no sólo le toleraban impertinencias que les hubieran parecido intolerables en algún amigo de la infancia, sino que apetecían y buscaban su trato.

Toleraban a Gallardo como una originalidad del club, porque era torero «decente», vestía bien, gastaba dinero y tenía buenas relaciones. Es muy ilustrado decían los socios con gran aplomo, reconociendo que sabía tanto como ellos. La personalidad de don José el apoderado, simpática y bien emparentada, servía de garantía al torero en esta nueva existencia.

Terminó el concierto a la una de la madrugada, y como era costumbre en el pueblo, en vez de disolverse la reunión, se pusieron a bailar los jóvenes con el mayor ahínco, muy a placer de las señoritas, que sólo toleraban dos o tres horas de música con la esperanza de estar bailando otras dos o tres horas. Emma no pensó en retirarse mientras quedase allí alma viviente.

De los Reyes de la Edad Media heredaron los modernos la fea costumbre de vivir rodeados de bufones a quienes toleraban las libertades que no consentían a políticos ilustres ni generales vencedores: sin que fuese esta vileza propia de monarcas genuinamente españoles, sino, a lo que parece, importada por los venidos de fuera.