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Aquellas «auras de libertad» que entonces todo lo invadieron, borrando tantas y tantas páginas tan genuinamente sevillanas; al privar de sus rentas á las comunidades les impidieron en absoluto cumplir las voluntades de generosos donantes; y las rentas que éstas dejaron, arrebatadas á sus legítimos dueños, han pasado á poder de algún insigne patriota que hoy se pavonea con ellas en nombre de la libertad.

La tonada del romance es monótona y no nos atrevemos a asegurar que puesta en música, pudiese satisfacer a los dilettanti, ni a los filarmónicos. Así es que el romance, compuesto de muy pocas notas, es dificilísimo cantarlo bien y genuinamente.

Al lado de Bringas no había gozado ella ni comodidades, ni representación, ni placeres, ni grandeza, ni lujo, nada de lo que le correspondía por derecho de su hermosura y de su ser genuinamente aristocrático; pero en cambio, ¡qué sosiego y qué dulce correr de los días, sin ahogos ni trampas, ni acreedores!

El teatro inglés ofrece, al contrario, rica vena, y algunas obras de Fletcher ó Massinger alcanzarían aplausos entre nosotros, expurgadas suficientemente; pero, ¿en dónde, sino en España, podremos encontrar fuente tan copiosa é inagotable de dramas excelentes, tan genuinamente poéticos, y tan apropiados á todas las exigencias escénicas?

Esta obra tiene igual valor, ya se la considere como la expresión del espíritu de tiempos pasados, ó por su mérito poético. La idea imaginaria, que le sirve de fundamento, se desenvuelve en rasgos grandiosos; pero el sentimiento religioso del poeta, en otros dramas suyos tan pura y genuinamente cristiano, aparece en éste extraviado singularmente por la superstición y el fanatismo.

No faltan en ellas, sin duda, extrañas aventuras, desafíos, serenatas á la luz de la luna, grutas misteriosas, en las cuales se pronuncian oráculos, y castillos antiguos, rodeados de jardines solitarios; pero todos estos estímulos románticos, y alguna que otra escena importante, no bastan para hacernos olvidar sus defectos y su falta de arte, genuinamente dramático.

Téngase presente que el escritor, cuando produce, «ve» y «oye» simultáneamente á sus personajes, cual si tras el «telón corrido» de la frente las ideas maniobrasen en un diminuto escenario, y que más tarde el actor, si quiere ser perfecto, ha de hallar dentro de mismo aquella voz y aquellos gestos que antes vibraron en el cerebro del artista genuinamente creador.

Las otras, más ligeras o menos honradas, veían, sin embargo, en ella la mujer de talento, la dama de gran nombre, de riquezas inmensas, de carácter firme e independiente, que sin prescindir jamás de las justas conveniencias que exige un rango elevado, sabía sacudir toda imposición que repugnase a su conciencia o a su decoro, constituyendo así lo que admiran tanto las medianías rutinarias, que sólo saben copiar lo que halaga la vanidad o seduce al instinto: un tipo original, genuinamente noble, digno y honrado.

De los Reyes de la Edad Media heredaron los modernos la fea costumbre de vivir rodeados de bufones a quienes toleraban las libertades que no consentían a políticos ilustres ni generales vencedores: sin que fuese esta vileza propia de monarcas genuinamente españoles, sino, a lo que parece, importada por los venidos de fuera.

Ni los lamentos ni las exclamaciones sirven para nada, si no hay copioso número de comedias, dignas de formar repertorio, y que se distingan por sus condiciones dramáticas y genuinamente poéticas.