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Me sorprende y me halaga que usted se haya servido honrar mi casa con su presencia. Muchas gracias, Marianela. Está usted cada día más joven la digo, aunque, en realidad, parece una pasita, pero encendida y vibrante aún por el calor del orgullo. No me diga, Marianela; estoy ya concluyéndome, llena de achaques, hecha una ruina.

Era morena, de facciones regulares, magníficos ojos negros y boca algo grande con unos dientes como perlas. Una mañana desapareció y no se ha vuelto á oir hablar de ella sino con el nombre de Jenny Hawkins, que suena infinitamente mejor que Juana Baud ó Baudier. Los ingleses la creen compatriota y eso les halaga. ¿Cuánto tiempo hace que se marchó? Debe hacer unos tres años.

Nadie siente un alma religiosa en un baile, en un banquete, en un encuentro de amor. Ella necesitaba creer, porque era desgraciada. Se acogía á la religión como un enfermo desesperado implora al curandero en el que no tiene fe, porque la razón le muestra sus errores, pero que al mismo tiempo le halaga con una absurda esperanza al haber sanado á otros milagrosamente.

La ventajosa posicion de tu marido debe llenarte de orgullo, y cuando la edad te permita aparecer en público con el rostro descubierto, brillará en tus ojos la satisfaccion de ver honrados y aventajados á tus hijos. ¡Cuánto te engañas! Ahora que soy jóven nada me halaga, porque la riqueza de mi esposo solo sirve para dorar las prisiones en que vivo.

Y ve ahí lo que son las mujeres: me halaga, me lisonjea creer que me ama tanto, y esta creencia es al mismo tiempo causa de mi pena y del remordimiento que me destroza el alma. Nada de fijo; pero en mi cabeza me lo imagino todo. Sin duda él me espiaba, y en la oscuridad de las calles me vio y me reconoció, o me oyó charlar y reír con don Andrés, que me acompañó varias noches.

Así es que halaga cuando pronuncia flemáticamente «Tiene usted un lindo vestido» o «Ese sombrero es maravilloso.» A me ha otorgado algunos elogios, en este verano ¡pues bien! quedé tan orgullosa de ellos como el día en que gané un conejo, tirando al blanco en la feria de Neuilly, después de haber agujereado seis veces el centro.

Al mismo tiempo dirige una circular a todos los gobiernos, en la que les pide que lo nombren a él juez árbitro para seguir la causa y juzgar a los impíos unitarios que han asesinado a Quiroga; les indica la forma en que han de autorizarlo, y por cartas particulares les encarece la importancia de la medida; los halaga, seduce y ruega.

No me sentía capaz de inspirar amor tan desinteresado a quien la ambición seduce y sonríe, halaga la fortuna, y quieren y miman en Madrid, a lo que aseguran, las más altivas y bellas mujeres. No pensaba yo tampoco que así, de repente, pudiese enamorarse un hombre con tal desinterés. Pues no lo dudes: don Jaime te ama de esa manera. Dime si le correspondes. No qué contestar.

No se detuvo más tiempo en las sutilezas de las pruebas; la cuestión urgente, ¿dónde está el dinero? se apoderó de tal modo de su espíritu que le hizo olvidar por completo que la muerte de Marner no era una certidumbre. Un espíritu pesado, cuando llega a una conclusión que lo halaga, no conserva la conciencia de que la idea de qué ha sacado aquella conclusión era puramente problemática.

Aquel jayán piensa llevarle presente tan cuco a la señora que le está otorgada en las montañas de Kaf, para que montando a Encirnún sobre su oreja siniestra, la rasque mansamente con un almocafre aquel lado de la cabeza, operación que la halaga muy dulcemente.