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No; pero temería verle desmentir las ideas y los sentimientos que expresa, y entonces se disiparía el encanto, porque al leer lo que me habría arrebatado, no podría apartar de la idea de que el hombre lo había escrito con la cabeza y no con el corazón. ¡Cómo escriben esos franceses! decía entre tanto Eloísa, resumiendo el mencionado certamen literario.

¿Usted? ¡Nada! dijo Jacobo fríamente. Otro hombre temería la deshonra. ¡Me insulta usted! exclamó Sorege lívido. Había dicho á usted que no insistiera, continuó Jacobo con calma. Nada tiene usted que ganar en ello y me asombra su tenacidad. Creí á usted más hábil. Pero en vista de que usted quiere que se digan las palabras decisivas, va á ser complacido.

Quizá temería avergonzarla, quizá ella misma se sintiese avergonzada sin saber por qué. Venturita estaba tan risueña como siempre.

¡Oh don Francisco! me llamáis ciego, y sin embargo, no reparáis en que os veo levantaros delante de como un gigante, y os respeto; no comprendéis que os aprecio en cuanto valéis, y que que con vuestra ayuda nada temería: lo emprendería todo, continuaría los tiempos de esplendor de España... Me estáis ofreciendo moneda falsa. Y vos me estáis desesperando.

Así, pues, Pedro, no cuentes con mis luces para guiarte en tus delicadas maniobras... temería extraviarte... Pero esto no quiere decir que no me presentes a esas señoritas, aunque te aseguro, aquí entre nosotros, que me dan miedo... Solamente lo que te suplicaría es que lo dejases para mañana... esta noche me siento... así... pesado... Me parece que los excelentes vinos de tu tía se me han ido un poco a la cabeza, lo que explica la conferencia de estética que con tanta crueldad te he disparado, crueldad que, por otra parte, sabes que no es en consuetudinaria... sabes también que detesto charlar sobre mi arte, y no ignoras cuál es la divisa que yo desearía ver escrita en la puerta de todos los talleres: «Trabaja y calla».

Estaba profundamente avergonzado de aquella imbecilidad, estando bien seguro, por otra parte, de que la condesa no le temería ni le tendría la menor consideración, así que supiera que aquella arma no estaba en sus manos. Cuando la señora de Bruinsteen entró en la sala, vió que había lágrimas en los ojos del intendente. ¿Estáis llorando, Mathys? le preguntó asustada . ¿Qué ha sucedido?

Creo que jamás ha almorzado tan á gusto el señor Montiño, y se quedará, debe quedarse añadió Quevedo cargando su acentuación de una manera perfectamente inteligible para Montiño. Temería abusar... ¡Oh! ¿qué es abusar?... por el contrario, no sabría á qué atribuir... Pues me quedo dijo Montiño con voz insegura. Pues quedáos exclamó Quevedo . Os suplico que no os vayáis... Pero si tardareis...

Escucha atentamente ese ruido, y no oirás que esos cañonazos sean contestados; si no estuvieses aquí, si no te hubieses visto obligado por ese levante del infierno a abandonar la pobre hermana de mi tartana, que, completamente desamparada, flota ahora al capricho de las olas como el nido desierto de una gaviota; si no estuvieses aquí, querido, yo no me quedaría tendido sobre este sofá, porque temería por ti.

LEONIE. ¿No quiere usted hacer carrera en el ejército...? ¡Me parece mal...! Un hombre joven y bien formado, como usted, tiene un hermoso porvenir en la carrera militar. ¡Pero siéntese usted...! CIRILO. ¡Muchas gracias...! ¡Temería molestarla...! LEONIE. ¡Oh! No tengo nada que hacer hasta las ocho. Si usted quiere, saldremos juntos a recorrer París.

Lo seréis, porque á más de vuestro tío os ayudaré yo. ¡Vos! , yo... ¿pues no sabe todo el mundo que soy la querida del duque de Lerma, y que su excelencia me quiere tanto, que hace todo lo que yo quiero? Temería abusar de vos. ¡Bah! yo debo agradeceros el que me hayáis mirado tan bien. Mejor os agradecería el que no me miráseis mal. ¿Y por qué? no tengo motivo... os aprecio... Más quiero...