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Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No, Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. le adoras en templos, que aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me basta para verle el resplandor de la caridad que

Amo la ciencia que profeso, porque es grande y noble: su objeto es el alivio de nuestros semejantes; y el resultado es bello, aunque la tarea sea penosa. ¿Y os llamáis...? Fritz Stein respondió el alemán, incorporándose algún tanto sobre su asiento, y haciendo una ligera reverencia. Poco tiempo después, los dos nuevos amigos salieron.

Pasada cierta cifra, se cree libre de todos los deberes de la amistad; no tiene nada de qué reprocharse; ya no os debe nada; tiene el derecho de desviar la vista cuando os encuentra y de negaros la entrada cuando llamáis a su puerta. Las amigas de la duquesa se habían ido apartando de ella una después de otra.

Un minuto después ya no había ninguno. ¿Dónde se metieron? Si os llamáis amigos nuestros, ¿por qué no lo demostráis cuando llega el caso? ¿Pensáis que los palos de los de Aller no duelen como los de Lorio? ¿Ó es que solamente somos amigos cuando nos encontramos allá á la orilla del río, y acá sobre los picos ya no nos conocemos? A medida que hablaba, Nolo se había ido exaltando.

¡Ah! dijo con cierto disgusto la Dorotea. Enamorado de vos. ¡De ! exclamó riendo la comedianta. ¡Cosas de Quevedo! dijo Montiño terriblemente contrariado. No, no por cierto... cosas de Dorotea. ¡Cosas mías! Ciertamente, porque vuestras cosas son las que han quitado el apetito de todas las cosas al señor Juan Montiño. ¡Ah! ¿os llamáis Montiño? Es sobrino del cocinero mayor del rey.

1 Oíd esto, casa de Jacob, que os llamáis del nombre de Israel, los que salieron de las aguas de Judá, los que juran en el nombre del SE

¡Oh don Francisco! me llamáis ciego, y sin embargo, no reparáis en que os veo levantaros delante de como un gigante, y os respeto; no comprendéis que os aprecio en cuanto valéis, y que que con vuestra ayuda nada temería: lo emprendería todo, continuaría los tiempos de esplendor de España... Me estáis ofreciendo moneda falsa. Y vos me estáis desesperando.

D. Álvaro dirigió una mirada oblicua a la doncella y se apresuró a decir, algo acortado: Despáchate pronto y enséñale el gabinete azul. Si desea dormir en otro lado, puedes mostrarle también el que llamáis cuarto del obispo. Otra vez quedó solo y otra vez emprendió su paseo nervioso de un ángulo a otro de la cámara.

Te dije que no se leía ni se escribía. ¿Cuál será tu asombro y tu placer cuando te pruebe que tampoco se habla? ¿No puedes concebir que llegue a tanto la moderación de este inculto país? ¿Y por eso lo llaman inculto? ¡Hombres injustos! Llamáis a la prudencia miedo, a la moderación apocamiento, a la humildad ignorancia. A toda virtud habéis dado el nombre de vicio.

REY. No era, porque su miedo Le dirá que sólo puedo Llamarme Yo en esta parte. Sale CELIO. CELIO. A don Tello, mi señor, Dije cómo Yo os llamáis, Y me dice que os volváis, Que él solo es Yo por rigor; Que quien dijo Yo por ley Justa del cielo y del suelo, Es sólo Dios en el cielo, Y en el suelo sólo el Rey. REY. Pues un alcalde decid De su casa y corte. CELIO. Túrbase. Iré. Y ese nombre le diré.