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¡Vamos, muchachos! dijo Van-Stael a sus sobrinos. Embarcaron todos en la otra chalupa, los chinos empuñaron los remos y se dirigieron a tierra. En pocos minutos llegaron a la playa, sorteando las peligrosas escolleras que rodean la costa, contra las cuales se rompe el oleaje con roncos mugidos, produciendo gran resaca. ¡Alto! dijo Van-Stael antes de que la chalupa tocase en la orilla.

Tenía en el porvenir la confianza de todos los hombres de acción seguros de su energía; la generosidad derrochadora de los que conquistan el dinero desafiando a las leyes y a los hombres; la largueza desenfadada de los bandidos románticos, de los antiguos negreros, de los contrabandistas; de todos los pródigos de su vida que, acostumbrados a afrontar el peligro, consideran sin valor lo que ganan sorteando a la muerte.

Siento que esa devoción no me cause frío ni calor replicó ella sin dar un paso para apartarse. El conde lo dio alzando los hombros con resignación y diciendo: ¡Más lo siento yo! Sorteando las parejas de baile, que ya habían comenzado el rigodón, llegó de nuevo adonde estaba el ama de la casa.

Dicen que así se hacen méritos para la otra vida, y tiene que ser, tiene que ser, porque si no, amiga mía, ¿qué cosa más triste que penar aquí y penar allá?... Yo nací con mala estrella... Hasta ahora, los conflictos en que me ha puesto mi mariducho han sido tales, que los he ido sorteando con maña... Dios sabe el mérito grande, ¿qué digo mérito?, el heroísmo de estos últimos años. ¡Qué sofocaciones para sostener la dignidad de la casa, para que a los hijos no les faltase nada!... ¡Y algunos días, qué afán horroroso para que los criados pudieran decir: «La sopa está en la mesa!...» ¡Cuánta humillación, cuánto padecer, y qué lucha, amiguita, qué lucha con acreedores, con gente ordinaria y con toda clase de pedigüeños!... Pero cuando se van acumulando las dificultades, cuando se prolonga mucho el sistema de abrir un hueco para tapar otro y prorrogar y aplazar, llega un día en que todo se va de través; es como un barco ya muy viejo y remendado que de repente se abre... ¡plum!... y...».

El hecho es que me acosté una noche autor de folletos y de comedias ajenas, y amanecí periodista: mireme de alto abajo, sorteando un espejo que a la sazón tenía, no tan grande como mi persona, que es hacer el elogio de su pequeñez, y dime a escudriñar detenidamente si alguna alteración notable se habría verificado en mi físico; pero por fortuna eché de ver que como no fuese en la parte moral, lo que es en la exterior y palpable, tan persona es un periodista como un autor de folletos.

Puede decirse, por lo tanto, que el "nuevo régimen" ha existido parcial y progresivamente en Inglaterra desde los tiempos históricos, con el espíritu germano de independencia individualista que ha elaborado las instituciones libres, sorteando los formidables escollos del absolutismo cristiano, por ese espíritu de transacción que entra por mitad en la composición de la sensatez humana y ni por un ápice en aquél, y gracias al cual ha podido surgir la más amplia libertad política en la monarquía hereditaria, mediante esa ingeniosa combinación por la que, si la sabiduría divina del rey se equivoca, los ministros pagan el pato.

En efecto, el indiano se había levantado en silencio de la silla y, sorteando las parejas de baile, fue solapadamente a sentarse al lado de Fernanda.

Camareros rubios de corta chaqueta azul y botones dorados pasaban con la bandeja en alto por los canalizos de este archipiélago humano sorteando los promontorios de los respaldos, los golfos y penínsulas formados por las rodillas. Una vidriera, de pared a pared, formada de pequeños cristales biselados, dejaba ver el salón inmediato, blanco también, pero con adornos de oro.

Papitos se puso a picar la escarola, sin dejar de hacer visajes. «Y yo le diré replicó , yo le diré lo que hace... el muy trapisondista...». Maximiliano se estremeció. «Tonta, ¿qué es lo que yo hago?...» dijo sorteando su turbación. Encerrarse en su cuarto, ¡ay olé! ¡ay olé!... para que nadie le vea; pero yo le he visto por el agujero de la llave... ¡ay olé! ¡ay olé!... ¿Qué?

Instalado en la cámara de popa, mediante cuatro pesos, que fueron canjeados por un tarjetoncito amarillo y grasiento por el uso, principió la maniobra de largar. Silbó el vapor, desatracamos, y sorteando numerosas bancas zacateras, pusimos rumbo contra corriente, á la laguna de Bay.