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La Mazacán iba a contestar, pero entraron en aquel momento Carmen Tagle, Paco Vélez y Gorito Sardona, todos muy compungidos, diciendo que venían del Real, pero que no había allí nadie, nadie... Al pronto creyeron ellos que Monsieur tout le monde estaría en casa de Curra, porque ¡claro está! como era viernes... Pero supieron luego que el grand complet era aquella noche, ¡quién lo creyera!, en casa de la Villasis; y por eso, ellos, muy indignados, habían venido a protestar, porque no les parecía decente acostarse en aquella ocasión sin dar las buenas noches a la pobre Curra.

El coro general de damas comenzaba a emocionarse; pero acertó a reparar Gorito Sardona en la desteñida barba del diplomático, y apresuróse a comunicar el descubrimiento al oído de Carmen Tagle; echóse a reír ella, díjolo a su vecina, esta al que tenía al lado, y a poco, una porción de solapadas risitas hacían fracasar por completo la parte patética del espectáculo.

Gorito Sardona saltó frente a la puerta, sobre un puff de badana japonesa, y cogiendo a guisa de sombrero una de las bandejas del , de cincelada plata antigua, se descubrió ante la dama lentamente, tieso, sin mover la cabeza, extendiendo el brazo hasta formar con el cuerpo ángulo recto, como solía saludar por todas partes el rey don Amadeo.

Azorado Butrón, corrió a informarse por mismo, temeroso de que aquel incidente imprevisto viniese a romper los lazos de unión con tanto trabajo anudados. Acercóse a un grupo; en medio peroraba Gorito Sardona, vestido de peón de ajedrez y muy enterado del caso; habíalo presenciado todo y era uno de los contendientes el tío Frasquito.

Y todos convinieron en poner pantalones al tranvía, incluso Fernando Gallarta y Gorito Sardona, gomosos del Veloz; y el grave marqués de Butrón, ministro plenipotenciario antes de la gloriosa, y gastrónomo distinguido únicamente después de ella.

El entusiasmo fue entonces indescriptible; las damas rodearon el grupo que Currita y Butrón formaban, empujándose unas a otras, charlando todas a un tiempo, esgrimiendo los colosales abanicos que por aquel verano estaban de moda con el poco elegante nombre de Pericones. ¡Bien! ¡Bravo! gritó Gorito Sardona . ¡El coro de los puñales!... ¡Butrón, a usted le toca bendecirlos! Y se puso a cantar el

¡Bah! exclamó al cabo la duquesa , alguna coronela de Alcolea... Alguna burguesa distinguida dijo Carmen Tagle. Miss Zaeo, artista ecuestre opinó Gorito Sardona. Y Paco Vélez, en crudo, sin repulgos, sin que ninguna dama se espantase, ni ningún caballero le cruzara el rostro de una bofetada, añadió: Paca la alta... artiste anonyme...

En la primera de las banquetas de detrás, María Valdivieso, Paco Vélez y Gorito Sardona reían a carcajadas, disputándose el honor de soplar con alientos de buzo en la sonora corneta, avisando a los pacíficos aldeanos y a los mensurados bueyes, a las modestas cestas de camino y a las chillonas carretas cargadas de helechos, que se quitasen de en medio, que se echasen a un lado y se tirasen todos de cabeza por cualquier barranco, porque el mail-coach, con seis caballos, de la excelentísima señora condesa de Albornoz, necesitaba libre toda la carretera de Guipúzcoa.

En el Veloz disipóse de repente su humor negrísimo y comenzó a reír y divertirse como un muchacho; Gorito Sardona y Paco Vélez, asomados a un balcón, tiraban a los transeúntes un saquillo, y púsose Jacobo a ayudarles; era el saquillo un lindo canastito, adornado con cintas y cascabeles, y atado con un cordón de seda lo bastante corto para que no llegase a dar en los sombreros de los transeúntes.

Yo, muerta, Lucy, muerta debajo del asiento, sin resollar siquiera, y ¡prurrruumm! arriba, ¡prurrruumm! abajo; hora y media de tiritos... De pronto, se abre la ventanilla, entra una mano, me arranca una oreja y se va... ¡Qué atrocidad! exclamaron todos. Y Gorito Sardona, con su guasona formalidad, añadió: ¿Pensarían hacer una chuleta?...